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La Pelona, el Calaca y Toribio
Maggy ft. Bruno Bellmer
(Ilustración digital, octubre, 2018)


Mientras el Calaca seguía ponchándose con el crico, la Berenice bautizaba el Soraya y la Chueca le tocaba la entrepierna al Sesos, yo andaba puteadísimo y andaba extrañando a mi nena, una nena de aquellas que tenía todo en su lugar, había otros dos compitas, la Pelona, que era un putito adicto a la piedra y vestía con una playera tipo hippie, pero recortada para convertirla en ombliguera, un pantalón amarillo crema sucio y bien roto, unos tenis erizos y ya pisados, la Pelona, como su apodo lo indicaba, estaba rapado y tenía la cara ya hinchada por la mona y los putazos que la banda le propinaba, también estaba el Richi, un lacrilla que traía la greña larga y una camiseta de tirantes blanca, pero ya percudida, un short de mezcla, traía los brazos navajeados, pues recién había salido de la peni y fue el regalo de despedida que le dejó un culero que se la metía doblada. Estábamos tiradotes en una jardinera de la Alameda Central, parecíamos pinches ratas, carnal; el Calaca traía un chaleco punky con un chingo de picos y parches de bandas, estaba mugroso de la cara, tenía un peinado de picos pintado de verde y rojo, y traía un seguro en la nariz que combinaba con la perforación en su ceja y seguía chingándose el cristal. Berenice era una chica borrachita y bien sabrosa, sus manos estaban todas marcadas por los putazos otorgados a la pared, vivía en casa de la Chueca, quesque ella, su padre le traía maña y le metía mano, mejor se abrió, bajó de Ciudad Juárez y llegó a nuestra bonita y ramera ciudad de pasito salsero; la Chueca era una nena bien mona que se fajaba con cualquiera que le diera tantita atención.
   —¡Cámara! ¿¡Qué mi Toribio!? ¿Vamos a tirar talón? —cuestionó el Calaca, la Pelona se levantó en putiza.
   —Si-món-pu-ti-to. —le respondí, el Calaca jaló al Richi del brazo derecho, el Richi parecía más chacal que otra cosa, a mí, el Calaca me había rapado igualito que el compita del Taxi Driver ese mismo día, mi nena me había mandado a volar y yo andaba triste, mejor le caí al Calaca y estaba viendo la película, a modo de catarsis y pa' cerrar ciclos estilo Britney le dije que me rapara igualito al compañero taxista, chale, pinche Carlita, me dejó rete herido, toooooy herido, mira amor nomás cómo me has ponido, todo flaco y entelerido. 
    —Camarón mi Toribio, sácate la mirruña. —mencionó el Richi que traía una cangurera colgando desde su hombro.
    —Zzzzzimón valedor, pero luego no quieras ponerte de a perrito. —desenfundé el champiñón y a ver si a las morritas se les derretía la jalea, agüevo, ya traía la peluda de fuera y nos acercamos a una pareja de lenchas que andaban fajando, nomás vieron aquella y pelaron los ojos, hicimos casita pa’ que no escaparan, el Calaca comenzó a tirar el verbo, a cantarles el choro.
   —‘Ira manita, no seas mala onda, préstame un cinco, ¿No? Es que andamos bien torcidos. —pidió mientras estrechaba la manita, una de las dos lenchitas, que tenía peinado de cabrón y lentes, ah, era gordita, de esas que intentan parecer cabrones se cuadró acá bien verga como si qué. A las muchachas nos les quedó otra que desembolsar un cambio, así seguimos taloneando a las gentes, doñas, chavos, chavas, rucos, las rucas son las que se ponían más rejegas, ni pedo, así es esto. Total, juntamos un cambio, luego luego jalamos por un six y regresamos con la banda, había llegado el Byron, un chacal tepiteño que traía cuete, traía la mota y nos pachequeamos un rato, según mi tío, éramos los podridos de la canasta, ni pedo, así es esto.
   —¡Cáaaaaaamara! ¿¡Qué te pasó mi Toribio!? —preguntó el Byron, asombrándose por el nuevo corte rete mamila que traía yo, quesque bien punketo.
   —Me quedó verga, ¿Apoco no, carnal? —preguntó el Calaca.
   —Ya me lo descompusistes, ves que el pobre Toribio está pa’l perro y me lo desgracias más. —contestó el Byron.
   La Pelona andaba rete podrido, ya se la estaba chaqueteando viendo a un sugardaddy caminar, nomás le andaba chiflando a dos-tres morros extranjeros que la rolaban tomando foto, pero aceleraban el paso cuando guachaban que la banda podrida andaba meando los árboles de la Alameda, chale, pues ni tarde era, nomás las siete, y los tiras ya nos topaban y no nos decían nada, eran cuates, eran cuates, total, la Chueca y el Sesos ya estaban chingones, pinche Sesos, con ese peinadito de emo caguengue le andaba tocando el nopal a la Chuequita, la Berenice se puso loca y el Byron le corrió una calada de mosh. Total, ya cuando nos dieron las diez y pico, la Chueca dijo que nos la cotorreáramos en su casa, la banda que anda torcida como yo, si le ofrecen sitio donde caer, pues a huevo lo tomas, total, caminamos hasta Hidalgo, según nos íbamos a ir en metro, pero andábamos erizos, y era mejor guardar el cambio pa’ unas cheves que pa’ transportarnos, chingue su madre, total, teníamos patitas y podíamos rolar con ellas, cuando me enteré que la Chueca se había mudado a San Simón me saqué de pedo, mi ex vieja vivía ahí en la Ronda, chale, ni pedo, jalamos a dodge y llegamos como una hora después, el Byron se empezó a poner de malacopa, total ya le dije— Pérate carnalito, al chile estamos chupando tranquilos, no te aloques carnalito… —, el Byron entendió razones por un rato, chale, pinche Byron, sacó el cuete, suerte que no traía con que perforarme la choya, el puto ni balas traía, pa’ mí que el cuete era de balines, pues ese compa, aunque con nombre de culero, era de juguete, puro chocolate man, era de a mentis, los chingones no la rolaban con pobres pendejos como nosotros, bien rotos y heridos, chaaaaale. Total, ahí en Guerrero y Manuel González el Byron sacó el cuete. La Pelona intentó jalarlo, pero se llevó un putazo por metiche.
   —‘Ira barrio, vamos a bajarle a esos putos. —sugirió con escuadra en manos el puto chacal al que llamábamos hermano, señalaba hacia un carrito blanco chingón, tripulado por dos chavos de a camisa y rete estirados. Era un sábado de calor cabrón. Parecía pinche playa, y sudaba yo más por el Byron que andaba de lacrilla.
   —¡Pérateeeeeeee! —dije yo, no me peló, los demás andaban ya bien apendejados por la green, nomás se reían, el Calaca era el semi consciente iguanas que yo merengues— Guarda el escupe.
   —Tú tranquilo y cooperando carnalito. —dijo Byron casi apuntándome con aquella— Ni que los fuera a hacer cedazo de café...
   —No apuntes para acá que así se mató una tía mía. —respondí.
   El Byron se acercó en madriza, el semáforo estaba en rojo y los muchachos trepados en la nave no se percataron, pinche Byron estaba re negro, andaba de playera negra, era tan pinche moreno que no se veía donde empezaba la piel y donde terminaba la playera, total, los muchachos traían la ventanilla abajo, también que híper pendejos, pero se veían rete fresas.
   Comenzó el atraco, los chavos se pusieron pálidos, el Calaca, la Pelona y yo nos acercamos pa’ taclear al Byron, el pinche chacal ya había bajado a uno de los chavos, era rubio y de a camisa celeste, una esclava de oro y unas gafas colgando de su camisa.
   —¡Espérate pendejoooooo! —grité yo.
   —¿Estás bien, amigo? —preguntó con tono ligador la Pelona, ah pinche Peloncita, le gustó el muchacho.
   —Sí, gracias… —contestó asustado.
   El Calaca se acercó al Byron y le quitó la fusca de las manos con un patadón, Pinche Byron, se levantó y nos mentó la madre, lo mandé a chingar a su madre, la tropa se estaba cagando de la risa.
   —Es que cierren las ventanillas. Aquí está culero y la banda es bien pasada de verga. —dijo el Calaca.
   —Es que nos perdimos… —mencionó el muchacho.
   —¡Ya! ¿¡Pues de dónde eres, manito!? —cuestionó la Pelona, con sus ojitos pispiretos y pestañeando para verse rete coqueto.
   —Bueno... Yo soy de Santa Fe, ¿Si ubicas? —contestó el chavo bien, la Pelona se quedó como apendejado, no sabía de que le hablaba el güero— Y mi amigo, Roderick, viene de visita de Londres.
   Roderick saludó y sonrió, los salvamos del sustazo de su vida. El Calaca caminó hacia los pendejones que nos esperaban, las viejas patas charras que reían bien mariguanas.
   —¿Y tú? ¿Cómo te llamas amigo? —preguntó otra vez la Pelona.
   —Julián. —contestó el muchacho.
   —¿A dónde ibas, carnal? —le pregunté.
   —A las lomas... Una amiga regresó a la ciudad y está celebrando su cumpleaños. —respondió Julián, el buen niño, chale, y nosotros apestando a calle, hasta pena me dio con el morro.
   —¡Chaaaaa! Pues estás lejos de casa, muñeco. —dije— ¿Qué hacían acá?
   —Mi hermano me mando. Me dijo que aquí en Tlatelolco tiene un conocido... Y venimos a comprar algo...
    —¡Yaaaa! ¿Apoco vinistes a conectar shits? —le pregunté asombrado, pinche ni tan buen muchacho.
    —Nos dio mucho miedo caminar allí, y no encontramos el edificio donde vive el conocido de mi hermano... —me contó el pobre niño rico— Por eso ya nos íbamos... Bueno, buenas noches...
   —Espérate carnaaaaaal... —interrumpí— Yo te llevo con un compa que vende bien bara. —, Julián abrió los ojos, la Pelona sonrió y el Calaca se quedó pasmado, igual pensó que le quería dar vajilla a los chavos, pero nel, me dieron lastima los pobres infelices.
   —¿Dónde? —cuestionó.
   —Aquí en la Warrior, nosotros te llevamos, de a buen pedo, carnal, neta, sin afán de acá...
   —Bueno... Vamos... Súbanse. —Julián era confiado, medio pendejo, pero yo no soy gandalla, soy rete güena gente, así me educó mi abuelita, ni modo de defraudar a la ruca, yo soy culero, pero pa’ otros asuntos, uno que es medio pendejo, pues tiene que agarrar de donde pueda, si no, no hay esperanzas.
   —¡Órale! ¡Trépense changos! —grité, al chile abrí a mis compas pachecos, a la verga con el Richi, la Chueca, el Sesos y la Berenice— ‘Ira, yo soy Toribio, esté es el Calaca y ese es la Pelona.
   —¡Ah! ¡Mucho gusto! —respondió.
   Roderick sonrió y la Pelona devolvió con su sonrisa nerviosa.
   La Pelona, el Calacas y yo nos trepamos al carro, vestidura de piel blanca, bonito, un estéreo bien chulo, sonido mamón, olor a finura, mostré mis dotes de verga por las calles de la ruidosa ciudad que habitábamos, llegamos hasta fuera de la vecindad donde vive mi compa el Raúl, bueno, no somos tan compitas, pero ahí dos-tres nos hablamos, total, me bajé de la nave. Entré a la vecindad. El departamento era el tres, toqué la puerta, una doñita me abrió, parecía ojerosa y vestía de negro.
   —¡Cáaaamara! ¿Está el Raúl?
   La mujer me observó, arrugada a más no poder, pobre ruca, ya estaba bien desconchinflada, tons pues miré pa’ dentro del departamento.
   —¡Raúl! ¡Te buscan! —gritó la señora. En eso salió el Raúl, igual vestido de negro y bien triste, pobre camarada, si no le llovía, le lloviznaba, verme no fue muy grato.
   —¿Toribio? —cuestionó asombrado.
   —¿Qué tranza, carnal? Oye man, fíjate que ando buscando a tu primo. ¿No sabes dónde la rola? Ando con unos compitas que quieren comprar merca. —dije, a lo directo, no había tiempo, chingue su madre.
   —¿Es burla? Chale... Sabía que eras mal pedo, Toribio, pero esto es pasarte mucho... —respondió, que me intenta cerrar la puerta, nomás quedé apendejado, empujé la puerta.
   —¡‘Perate! ¿¡Pues por qué!? —cuestioné.
   —Hoy incineramos a Ramiro. —dijo.
   —¡Ah! ¡No mames! —la noticia me cayó pesada, sabía que el chavo andaba en malos trotes, pero naiden merece que se lo carguen, pero bueno, next, con unos huevotes, y con un tono rete bien impertinente pregunté— ¿Y no sabes quién me pueda vender mota? —, Raúl me cerró la puerta, chale, le iba a quedar mal a los güeros, caminé, me puse a pensar en estos compitas que venden en Mina casi esquina Reforma, me trepé al carro y volví a servir de GPS para los chavos bien, que estaban rete ciscados por la zona en la que andaban— Cámara, ¿Y qué quieren comprar?
   —Pues, un ladrillo de mariguana, quizás coca, no sé, algo relax... —me explicó Julián— ¿Con esto alcanza? —preguntó mientras desembolsaba puros de a quiñón, chale, no pos sí, a huevo que si alcanzaba para poner bien tiesa a la bandita. Allí estaban los chingones, nomás escanearon la nave, vieron que me bajé del coche, estaban bebiendo unas chelas.
   —¿Qué tranza, padrino? Ando acá queriendo como quien dice, darle la mano al presidente. —saludé, los podridos se me quedaron viendo, ni me entendieron.
   —¿¡Eh!? —preguntó uno.
   —Pues acá, quiero conectar un tabique de mosh. Y unas grapitas, también unas tachas, vamos a una pary.
   —¿Es broma, carnal? —preguntó uno que andaba sin playera y mostraba los tattoos hechos tras las rejas, o sea en Texas.
   —No, es neta...
   El compa aquel sacó la fusca, yo saqué uno de los tantos de a quiñón que mi fresa compa me dio, la neta sentí los huevos hasta la garganta, vieron que si quería comprar, sin afán de ser culebras, me vendieron un madrazo de droga, pagué, me fui con la colita entre las patas y volví a subir al carro, le di los dos mil varos restantes a Julián, me dijo— Toma, gracias Toribio. —, extendió mil varos y sonrió.
   —¡No! ¿¡Cómo crees!? No lo hice por varo, la neta, si ustedes buscaban solitos donde comprar, se los iba a cargar la verga... No hay pedo, rey, fue de a caballeros. —respondí, puse cara de repulsión, aunque por dentro quería agarrar esos mil varitos y comprarme un chingo de crico. Acordaron dejarnos en Mina y Guerrero, a partir de allí correrían suerte por sí solos. Los pollitos dejarían el nido. Ahí en la Farmacia Guerrero nos iban a tirar a nuestra suerte, o nosotros a ellos.
   El Calaca se despidió diciendo— ¡Ahí nos vidrios, familia!
   —¡Ahí nos bedoyas! —añadí yo, cuando Roderick dijo algo que la neta no entendí pues no presté atención, todo por ver a las nenorras que se paran a esa altura de Guerrero. Y el Julián volteó a vernos, sonrió, ya nos íbamos a bajar del coche cuando exclamó algo.
   —¡Espérense! —el Calaca cerró la puerta del coche— Miren, yo sé que quizás es muy improvisado, pero, ¿No quieren ir con nosotros a la fiesta?
   —¡Chale! ¿No se sacarán de pedo sus cuates? —preguntó el Calaca.
   —No queremos incomodar. —mencionó la Pelona, sonrió otra vez.
   —¡Para nada! ¡Se ponen camisa y un saco y quedaron bien! —dijo Julián. Como que no queríamos queriendo, al final, por el orden natural de las cosas, aceptamos la invitación, el pedo es que no teníamos camisas ni sacos, pues, ¿De dónde? Si apenas y conseguimos para ponernos pendejos— De eso no hay problema, pasamos al departamento de mi hermana, en Polanco y le pedimos prestadas unas camisas a mi cuñado. —, la cosa se puso bien chingona, aceptamos, nos forjamos un churro y nos comenzamos a pachequear, agüevo.
   Llegamos a Polanco, Julián nos dijo que esperáramos dentro del coche, que su carnala era medio mamila y como tenía un chamaco, pues ya era tarde como para ir a interrumpir, pero la noche era joven pa’ nosotros y a ese buen güey le valió dos kilos de verga su carnalita. Roderick cambió asiento conmigo, la Pelona iba intentando hablar con él, pero no se entendían, ah que mi Peloncita, quería ver si el turista le picaba la cola, yo estaba sentado en el asiento de copiloto, estábamos bien pachecos y escuchando al Boney M tronando la de Daddy Cool en el estéreo, el Julián bajó y traía tres camisas y tres sacos, nos las dio, al Calaca le tocó la de color rosa, a la Pelona la blanca, pinche camisa le quedaba bien grande casi hasta las rodillas, parecía pinche changuito con su cuerpo pequeño, se fajó, aún se veía de la verga, a mí me dieron una roja pasión, los sacos eran todos grises, pinche ropa tan culera. En la paca ahí los miércoles en mi barrio, la Martín Salsera, consigo ropa más verga y barata.
   —Cámara, ya estamos man. —dije. Julián aceleró otra vez. El muchacho colocó música, algo llamado Someone that loves you de Honne & Izzy Bizu. Los brillos de la ciudad nos pegaban la cara, íbamos bien pachecos y en eso el Calaca empezó a escupir por la ventana.
   —¿Y ustedes siempre son así? —cuestionó Julián, me miró, yo andaba ponchándome con la recién obtenida mota, andaba como la bandita de los ojos rojos, allí en mi barrio hay de aquellos, aunque ya no rolaba por allí, sólo en época de carnaval, pa’ ponerme bien happy, o sea bien pinche locote, que me le quedó viendo al muchachín.
   —¿Así cómo? —respondí preguntando, sonreí pues si entendí su pregunta, nomás quería joder y ver si acá, el morro se lanzaba a decir que estábamos bien podridos, la Pelona andaba ya acá como recargado en el Roderick, el Calaca sacó un tabaco y lo llevó a su boca de burro.
   —Pues...
   —¿Amables, güenas gentes, confiables? —volví a indagar, mis ojos ‘taban nublados y la voz de la Carlita repitiéndome esa ruptura, chale.
   —Sí... —susurró el niño bien, chale, no quería chacalearlo, ya me empezaba a caer chido el morro.
   —You are a punks... —dijo Roderick.
   —¡Damn man! ¡No! —respondió bien brusco el chavo, pero no sabían que yo la rolé un rato ahí en Tijuas y aprendí un poquito de inglés, me la andaban lustrando. Chale, ¿Cuáles punks? Si a mí, al mero chile, me gusta más bien la salsita y los cumbiones, a huevo, si eso es lo que prende a las nenas, con eso miden que tan bien coges, chale, ¿Cuáles punks? Nomás porque andaba de a Taxi Driver, chale, si hasta mi nombre combina con el del güey ese, Travis, Toribio, agüevo, suena galleta, con onda, con ritmo, simón valedor, la neta me empecé a sobar la riata mientras esos dos güeros discutían sobre si éramos punketos. El Calaca, pues igual ese sí, pero también lo he visto, ya bien pedo, cantar las rancheras.
   —This man looks like Joe Strummer, from The Clash. —informó el Roderick, el Calaca escuchó lo de The Clash y paró oreja, el morro pendejo nos había puesto una o dos rolitas de esos compas.
   —¡No mames! ¿Apoco les gustan los Clash? —preguntó el Calaca, Roderick no entendía, total, ese compa valía verga para mí, bueno, para la Pelona era su oportunidad de que un turista se le sumergiera en la mera coladera.
   —Sí, a mí sí... —contestó Julián, ah... Pobre niño rico con pedos inventados.
   —Ponte unas rolitas, carnaaaal. —exclamó el Calaca y expulsó el humo del tabaco.
   —Va... —dijo Julián— Toribio, ¿Puedes buscar en mi cel algo de The Clash? —, y señaló con la mirada hacía el teléfono que estaba todo abandonadito. Lo tomé y empecé a buscar en las rolas del morro, guaché que había hasta del Manu Chao, ondas de ese estilo, esté compita se daba sus pachequeadas con música de ese giro. Al final puse una rola.

I’m all lost in the supermarket
I can no longer shop happily
I came in here for that special offer
A guaranted personality

   Era Lost in the supermarket con el sonido chido de los Clash, seguíamos tronando cuetes, bueno, era la mota, pero a aquello me refiero, entramos a las Lomas de Chapultepec, donde era celebrado el cumpleaños de la amiga de esos cabroncitos, total, pues le pregunté— ¿Y cómo se llama tu valedora? Digo, pa’ no llegar pelones rey, y mínimo cantarle las mañanitas bien... —, Julián se me quedó viendo.
   —Se llama Romina, es una amiga que conozco de hace ya tiempo, pero anduvo de viaje por Latinoamérica y no la he visto en un año. —me contó Julián.
   —¿Traes tus piques, carnal? ¿Le andas haciendo un descuento? —preguntó el Calaca.
   —¡Ay! ¡Oyelos! ¡Mira no más que metiches son! —exclamó con un aire de marica la Pelona— Pero... ¿Qué se traen? ¡Cuéntanos manita!
   —No... ¡Ja, ja, ja, ja! ¡Qué simpáticos son ustedes! ¡Es mi amiga de toda la vida! —expresó el chavo, entonces me di cuenta que Juliáncito le pedaleaba pa’l mismo lado que mi maricón compadre la Pelona.
   —¿Y a qué se dedica tu amiga? —preguntó otra vez bien “chismosa” la Pelona.
   —Es cantante, es Romina Watts... —era una cantante que a mí la neta me daba rete chingo de hueva, pero estaba ahí dos trenzas, tampoco hay que desprestigiar a la hembra, no tenía mala voz, pero no es mi estilo, ni siquiera porque una de mis sonoras la invitó a echarse un palomazo, nel, nel, la neta recuerdo cuando los muchachos como Julián decían que la salsita era música para puro barriobajero naco puerco cochino violador como aquí su servilleta— ¿La ubican? —, yo la mera verdad preferí hacerme pendejo como que no topaba, para no decir lo que en verdad pensaba de la morrita comercial que se las quería dar de muy raza cantando pura mamada.
   —No, carnal. No topo. —dije yo.
   Las lomas no se parecía a nada a nuestros respectivos barrios, la Pelona era de quien sabe dónde verga de Iztapalacra, el Calaca era de Santa Isabel Tola, y pues yo ya dije de donde, pa’ que repito, total, parecía que estábamos neta en otro ondón cachorro, como si neta no perteneciéramos a esa zona, me sentí rete chueco y hasta un poco de vergüenza recorrió mi esqueleto, pues si me veía rete chusco, pero la mota me bajó el pedo y me puse bien pantufla. Nomás llevábamos un madrazo de drogas bien chidas pa’ animar a la banda.
   —Bueno, ¿Y qué pedo, carnal? —pregunté yo— ¿Dónde vive tu valedora?
   —¡Oh no! Ella no vive aquí, es casa de un tío suyo, pero casi no la ocupa el señor. Y ella está viviendo en New York, con su esposo. —me contó Julián— Sólo vino de visita para celebrar su cumpleaños.
   Total, vimos ahí una casa con un súper portón negro, la casa estaba pintada de blanco, o bueno, más bien era un acabado, pero era de noche y no identificaba yo bien que pedo, los árboles estaban rete bien cortados y verdes, verdes, verdes, Julián estacionó el carro donde pudo, pues había bastante alboroto, sonaba música chida proveniente de un sonido mamalón, no mames, yo andaba ya bien mariguano y pensaba ponerme bien pedo, hasta el fondo, agüevo, con tono de chingue su madre, el Calaca andaba todo podrido, se periqueó con el Roderick y la Pelona antes de bajar de la nave, ya después bien enfiestados nos bajamos todos, el compita Julián se colocó un saco color cremita, yo agarré el tabique de mota y me lo escondí en la panza, como si me fueran a agarrar unos tiras por andar de cábula. Ya finalmente un mamado estaba parado fuera, miró a Julián y nos dejó pasar a la residencia, no hubo pedos por mi campechano comportamiento, o el de mis compas los rotos.
   —Oye valedor, orita conéctanos unas morras pa’ parchar, ¿No? —pidió el Calaca mirando a Julián.
   —Claro que sí, amigo. —entramos, era un fiestón chidito, con pura personalidad y pechonalidad por parte de las damitas, nombre, si había de donde ponerse todo escamado, luego luego mi tropa se separó, rompieron filas y a correr por unos jaibolitos, no, si yo nomás vi que chingón espacio y pensé en el rentón que han de pagar, tanto espacio desperdiciado, si hasta un encuentro de baseball se puede echar uno allí.
   —‘Ta chidito, compañero. —comenté mientras ponía mi mano sobre el hombro del Julián— ¿A dónde anda tu valedora? ¡Vamos a darle su abrazo y ponerle las mañanitas con el Cepillín, carnal!
   —Toribio, no te preocupes, ¿Por qué no vas a echarte un refresquito? —sugirió el muchacho.
   —¡No mames! ¿¡Cómo que refresco!? ¿Qué no hay chupe? Sin chupe no voy a poder, ¡No voy a podeeeeeer! —grité, los fresitas que andaban sonrientes nomás se quedaron viendo así como culero, chale, pero era la mera netota.
   —Tranquilo amigo, debe de haber whisky o algo, ¿Por qué no vas a conseguir un poco? —dijo, chale, pues me quería abrir ese pinche niño bien, me sentí excluido, pinche puto, ni pedo, jalé para donde estaba como la cantinita y unos compitas rete bonitos, chale, puro güero ahí, yo era como el más morenito, bueno a excepción de un par de negros como brasileños los putos, nomás los guaché y le di un pellizcón por cada uno a la Pelona, que andaba meneando la cabeza al ritmazo de la rola que sonaba, traía yo todavía el ladrillo de mosh en la barriga y un chorro de tachas en los bolsillos. Nomás pa’ clarear el pedo me chingué una y le di una a la Pelona.
   —Oye carnal, si está chido aquí, mira nomás cuanto galán hay... —dijo la Pelona luego de sorber del ron que tenía en manos, yo traía un vasito con güisquilucan, miré a mi compa putete y le metí un mazapán.
   —¡Contrólese! —exclamé al momento que mi mano impactaba con su choya— Pero si hay buenas nalguitas, mira nomás estas. —dije y señalé con el índice derecho el culote de una morrita que estaba a lado mío, la morrita se dio cuenta de lo que dije y namás me vio y se dio la vuelta, ah pero eso sí, meneando aquellas tortas, riquísimas— Pero eso sí, aquí hace falta una cumbia o una salsita, la banda anda bien desanimada.
   —Diles, diles, carnal. —comentó la Pelona con un aceleramiento impulsivo— Oye mi Toribio, ¿Quién se quedó con la coca?
   —El Calaca o el Roderick, ahí la deben de traer. Diles que presten, porque la mosh ya me bajoneo y la noche es joven, mijo’, diles, diles.
   Nos separamos y me puse a bailar y a intentar ligarme a una ruquita rete chidita, de esas flaquitas nalgoncitas que enloquecen cuando menean las que te cuento, tss, iba de faldita negra y una blusa escotada, no tenía mucha pechuga, pero uf, con esa carita chida y esos labios de mamadora se veía que se armaba unas de aquellas, de las que te desmadran, pero ah, iba acompañada de un perro mamón, chale, pues ya le dije a la flaquita que traía poder, que traía unas pastillas que la iban a poner bien loca, pero se las cambiaba si bailaba conmigo, chale, pinche perro mamón, nomás la jaló del brazo y yo de acá, que le digo que no fuera payaso, ni que su chamaca se fuera a enamorar de mí. Mamón, mamón, pero guachó que yo andaba bien torcido y mejor se fueron a otro lado, total anduve intentando topar al Julián pa’ correrle el orégano, topé que mi compa el Calaca andaba bien atizado con unos fresas bien chimoltrufios, se andaban periqueando y ps mejor no interrumpí, me puse bien guarachero, total, encontré al Julián y estaba con una morrita güerita, de cabello chino y como naranja, ojos bonitos y pestañas uf, chidas, unas pecas, unos labios rositas, ah ah ah, me puse loco, andaba toda vestida de negro, chingao, ah no mames, el Julián sonrió.
   —Mira Romi, te presento a mi amigo, Toribio. —dijo Julián.
   —Retiharto gusto mamacita, Toribio Bickle pa’ servir a Dios y usted, primeramente permítame decirle que feliz cumpleaños y que muchos días de’stos, que me la bendiga Dios y el Santo Niño de Atocha, pero óigame madre, ¿No quiere guarachear conmigo? —dije yo, la chica sonrió mostrando su dentadura perfecta.
   —¿Te apellidas Bickle? —preguntó la morra cantante.
   —Simón-dor. ¿Por qué?
   —Es que es el apellido de mi personaje favorito del cine, de hecho traes su mismo look. —comentó refiriéndose al Taxi Driver, camarón, la morra no era tan pendejona.
   —Cámara, ¿Tons qué? Vamos a pachequearnos —sugerí—, ¿O las estrellas cómo tú no fuman de’stá? —, mostré la panza y el tabique de mota que traía, Julián empezó a reírse de modo amanerado, ya se le estaba saliendo lo nena.
   —¡Ja, ja, ja, ja! ¡Bueno, fórjate uno! Aquí traigo sábanas. —dijo Romina Watts.
   —¡Cámara con la capitana chingona! ¿Apoco si te apellidas Watts?
   —No, no, je, je, je, me puse así por la banda de Charles Wright, “The Watts 103rd Street Rythm Band” —explicó la nena, yo andaba forjando unos churritos, sin baba, ni que fuera qué, total, nos pachequeamos, saque las pastillas y a pegarnos otra vez, mira mira, el pedo con esas madres es que te pones bien cariñoso, te dan ganas de cogerte lo que caiga, amas a quien tengas frente a ti, suave ritmo, no, pues ya andaba yo acá con ganas, como de quien dice, que el ciclope escupiera.
   —¿¡Qué tranza mi Rominita!? ¡A tu fiesta le hace falta una rumbita! ¡Ponte al Héctor Lavoe y vamos a pastorear un gallo! ¡Pa’ que mi gente diga olé olé! ¿Pues qué mené? Póngaseme maciza nenorra.
   —¡Desgraciado tan boca rota! ¡Pero va!
   Lo volé la chamarra a la brava, que va, me saqué dos tachitas y le puse una en la mera mano, semejante chingón que andaba yo, a punto de mostrarle como bailamos los perros vergas de la Martin Salsera a mi morrita la Romina Watts, me emparejé a la cotorra y ella dijo al DJ que pusieran una del Héctor Lavoe, la de Che Che Colé, chingona, la tomé de la cintura, pa’ romper el hielo. Comencé con un movimiento en saltito y meneando los brazos, una vuelta chidita, que moviera aquellitas de langosta.
Vamos todos a bailar
al estilo africano
si no lo sabes bailar
yo te enseñaré mi hermano.
   Al chile, me sentí medio raro al no escuchar la voz del compita que siempre ladra los saludos pa’ la banda, pero bueno, habemos carnalitos que bailamos de a saltito, es algo impregnado como maldición o privilegio que tenemos los maromeros del barrio.
A ti te gusta la bomba
y te gusta el baquiné
para que goces ahora
africano es el bembé.
   La chavita se dejaba guiar, no había tanto pedo, uno la va girando, si acá, que puedo bailar con dos nenas al mismo tiempo, podía enseñarle a la nena fresa como mover el bote.
Che che colé, que bueno e’
che che cofriza, muerto ‘e la risa.
   —¡A ver! ¡Un cigarro! —grité mientras giraba a la nena, siete vueltas nomás, ya andaba bien grifo, pero la rifaba, ahuevo la rifaba, rumbeando bien papayón, andaba con tocho y la reinita lo sabía.
Oye tú sentado allá
pareces venezolano
ven aquí vamo’ a bailar
que todos somos hermanos.
   Julián me corrió un tabaco, los invitados nomás miraban a la cumpleañera bailar con un mero mero hijo de la calle sabrosa, traíamos el ritmazo, ella reía y veía mis tenis chingadísimos casi sacar fuego.

Lo bailan en Venezuela
lo bailan en Panamá
este ritmo es africano
y donde quiera va’ acabar.
   La güera meneaba bien el tumbo, ahí dos-tres como que le echaba ganas, no es que fuera la morra de Fiebre de sábado por la noche, pero ahí más o menos. Yo andaba de vacilón, dos-tres compitas fresones gritaban mientras yo giraba y dirigía a la güerita, que siga la milonga, mira, mira, nada más vi al Calaca guardarse quién sabe qué en el saco.

Che che colé que bueno e’
che che cofriza, muerto ‘e la risa.

   La güerita me miró a los ojos y preguntó mientras sonreía— ¿Dónde aprendiste a bailar así?
Ya yo sé que te gustó
quieres bailarlo otra vez
pues ponte bien los zapatos
que los tienes al revés.
   —¿Cómo qué dónde? Pues si desde que era chiquito la traigo metida en el alma. —contesté.
   —En la sangre dirás. —me respondió la nena.
   —¡En el alma, en la sangre, en el corazón, hasta en la médula de los huesos!
Che che colé, que bueno e’
che che cofriza, muerto ‘e la risa.
   —¡Cámara mi gente! —exclamé— ¡Pónganseme a bailar que esto parece funeral de niño pobre! —, la rolita terminó, pero el DJ continuó colocando aquellitas rumberas del Héctor Lavoe y Willie Colón. Solté a la reinita que estaba bien contenta, dos tres fresones intentaron menear a sus ruquitas, vi a la Pelona bailando con el inglés Roderick— ¡Ah sí hay tortas! —exclamé al ver una mesita con botana.
   —Perdónalo, es un poco ranchero... —dijo Julián mientras yo me alejaba.
   —Me gusta por greñudo... —escuché que dijo Romina a Julián— ¿De dónde lo conoces?
   —Me rescató de un asalto hoy...
   Caminé dirigiéndome a la comida, andaba de gorrón, un chavo alto y ojiazul se me acercó, iba vestido de camisa negra y saco como de piel, traía un jaibolito en la mano y el anillo de casado.
   Yo andaba parlando conmigo mismo mientras degustaba la botana— ¡Ah! ¡’Ta padre! ¡Está muy bien sazonado esto!
   —¡Óyeme amigo! —dijo— Te vi bailar ahorita, estuvo muy padre.
   —Gracias carnaval. —contesté con un pedazo de comida en la boca.
   —Mi nombre es Alonso Olmedo, soy productor de un programa de concurso de baile de Televida, deberías de ir, tienes mucho potencial. —me contó, le sonreí.
   —¡No carnalito! ¡Al chile soy rete penoso pa’ eso! Pero gracias camarada.
   —Bueno, piénsalo, ten mi tarjeta. Si te interesa, llámame y podemos ver que se hace. —dijo y sacó una tarjeta, agüevo ya tenía para forjarme unas líneas bien chingonas de doña blanca, le sonreí otra vez y me le acerqué al Calaca, que estaba junto a dos vatos que parecían pinches aspiradoras.
   —¿Qué pedo mi Calaca? ¿Traes el fifí? —le pregunté, el Calaca andaba ya bien chido, sus compas se reían y platicaban algo de sus respectivas morras.
   —Simón man, acá traigo con queso. —respondió, sacó el polvo chido y lo tomé, en una mesita que estaba justo a un lado me empecé a armar dos líneas, me las chingué y pasé mi lengua por la mesa para adormecerla y no desperdiciar ni maíz. Julián se acercó otra vez a mí.
   Me dijo que si le ayudaba a cantarle las mañanitas a la Romina, pues le dije que que mené, pues cómo no, si estaba rete chula la escuincla, total, las luces se nos apagaron y comenzaron las semejantes mañanitas que cantaba el rey David, chale, ese man ni las cantaba, se la maman. Pero pues ahí estaba mi voz desafinada entre la multitud cantándole a la nena, que estaba junto a un pastel bien bonis, chale naiden la iba a empujar, se estaban perdiendo los valores. Todo tiene su final, chales. No hay que ser faltoso, la morrita estaba rete chula.
   —¡Que le muerda! ¡Que le muerda! ¡Que le muerda! —comencé a gritar, los chavos y chavas se quedaron viendo como de qué pedo con este cábula, el Calaca me hizo segunda y la Pelona tercera, a Romina no quedó otra que darle una mordida cuando toda la bandita nos acompañó en el griterío, me acerqué poco a poco con el ritmo de— ¡Que le muerda! —, cuando la muchacha le dio mordida le empujé la choya pa’ sumergirle toda la carita en el pastel, agüevo la acomodé bien rico, todos empezaron a cagarse de la risa, no hay que dejar que las bellas tradiciones mueran nomás porque unos niños mamilas se ponen fresas que todo lastima, no chingues rey, esas cosas te curten en la vida, la vida te toma de las greñas y te sumerge en un pastel y no puedes respirar, eso te curte, simón que sí.
   La chica empezó a reírse y le tomaron como cientos de fotos, yo a un lado suyo y me llenó de pastel la cara, la andábamos pasando de poca madre, empezó la repartición del dulce tesoro de tres leches.
   Ya cuando nos dimos tinte, la Pelona andaba fajando con el Roderick, ya hasta otro nombre como bizcochito le decía, no se entendían, pero andaban bien tracas y cuando la sangre empieza a hervir, es mejor esparcir a los ingenieros. El Calaca se andaba periqueando y chupe y chupe, andaba en turbo y yo aún con la güerita y sus valedoras, entre esas, ahí estaba el Julián, que ya andaba bien floreado, pedo ya se le salía lo reina, cámara, cámara, escuché que el esposo de Romina era un sugardaddy empresario o algo, ni topé, pero sobres, yo andaba chingándome un churrito, la nena se puso de aquellas a parlar conmigo, que si acá, que de qué barrio era, qué cómo es la vida en el barrio, qué si acá le daba su tour, qué si topaba Garibaldi, no, pues la morra no salía de esos lares de las lomas, es más, ya ni en este país taquero la rolaba, me platicó que estuvo de gira promocionando su nuevo disco en varios países de Latinoamérica, un disco de puros boleros, pero que ahora quería sacar nuevas rolas, yo le propuse que se echará la de Toda la vida del Franco, que seguro con su voz se escucharía mamona, era la rola favorita de mi carnalita.
   Pero pues ni cómo decirle que a mí, al chile, no me gustaba su música, preferí quedarme calladito, así más bonito, el truco pa’ encamarte a cualquier nena es escucharla, no protestar, no ser rejego, saber cuándo decir simón o eso está cabrón, el truco milenario heredado de los mexicas, ah no, bueno, pero dio resultado, Romina Watts me empezó a acariciar la moicana de Taxi Driver y me dijo— Oye, ¿Y sí vamos tantito arriba? Para platicar mejor, que no te escucho bien.
   No, pues ni modo de decirle que no, entonces dije— Simón.
   Subimos por las escaleras, dejé que subiera ella primero, pa’ verle el otro pastel que me iba a comer, no, pues estaba rete langosta la morrita, había de dónde y con qué ponerse exigente, entramos a un cuarto rete chulo, más grande que la casa de mi abuelita, no chingues rey, pinche cuarto más verga, había un espejo enorme junto a un como mueble donde había cosas de mujer, de eso para maquillarse, no sé cómo se llaman, soy un ignaro, un pendejo, un chipocludo, ah pero bailo bien mamalón.
   Fuimos directito al tema, nos dimos primero unos flanes bien apasionados, se les dice flanes por la babita, aaaaah pinche Romina no perdió oportunidad y empezó a sobármela, yo pues le apachurré las nailons y seguimos en el asunto. Ora sí que empezó a elevarse la temperatura, chingao, estaba rete bonita, cabello chinito y rojito entre naranja, no pues me la empecé a escabechear y le pegué una nalgada en los cachetotes. Me dio una mordida en los labios y me empujó para la cama, empezamos a accionar, le quité la blusa para descubrir un bra negro que le arranqué con labios, nomás vi ese par de meloncitos, y el pezón rosita como color salmón, nos empezamos a sabrosear y le besé aquellos, ella me desabotonó y descubrió que andaba yo bien mugres, sugerí, por pena, que nos metiéramos a dar un duchazo para accionar un rato, eso hicimos, nos encueramos y nos echamos un clavado en la ducha, rete chido, pisando fuerte, mientras el agua caía de la regadera hacia nuestras choyitas, empecé a dedearla, su puchita era tan bonita y pequeña que parecía inmaculada de santa virgen, madres, esa sensación que da el agua con los fluidos es poca madre en los dedos, fue mi primer baño en toda una semana, la mirruña me olía de aquellas y estaba bien peluda, la neta Romina Watts tenía un depilado rete bonito, el palo se me había puesto bien tieso y ella se agachó para empezar a lubricarlo, obvio le pasé un jaboncito antes, ni que fuera un puercazo, ya bien limpios jalamos de nuez pa’ la cama, ahora sí, me la acomodé bien chido, nomás me la puse de a perrito y le dejé caer la metralleta, ella suspiraba con cada hundida que propinaba, sus gemidos eran dulces, tan dulces como su voz de estrella, ah que mi Rominita, me chingué una traca que encontré, luego de que la puse de a perrito, la voltié y se le abrieron aquellas dos para ver nomás la concha, le pegué un escupitajo, casi gargajo, y va de nuez, pa’ dentro con todo y eggs, la nena recibió regalote de cumpleaños, empecé a cepillármela rete duro, ella me dio unas cachetadas y me llamó perro, no pues, me di tinte que iba a darme una madriza, ni pex, empezó de dominator, y chales, me la volteó, nomás se me encimó y a darme tremenda culeada, de esos sentones rompevergas y terminé dejándole todos los mocos por dentro, me sentí totalmente cogido, usado, reciclado, ya eran como las cuatro de la mañana y luego de aquel palo bien duro terminó rete orgasmeada la muchacha, sacando todo el jugo mientras sus piernas temblaban, se aventó un mentado squirt en mi mero ombligo, total, nos quedamos rete jícamas.
   Cuando desperté, me tenía abrazado como si fuera yo cualquier cosa, estoy preso en las... ¡Ah no! Más bien como si fuera un osito de peluche, nomás la moví por unas ganas mamalonas de mear, salí de entre sus garras y caminé hacía el baño, oriné dividido en dos, o sea, dos chorritos, es un pedo cuando eso pasa, es difícil controlar al gusanito. La nena despertó, me vio, entonces fui caminando hacia mi ropa, sin decir ni una sola palabra, ella sonrió mientras se tallaba sus ojos. No sabía yo que había ocurrido con mis dos compas.
   —Buenos días. —dijo ella, no mames, parecía que recordaba todo, no fui un error de la noche, ah cabrón.
   —¿Qué tranza, reinita? —contesté mientras me ponía el chonino con hoyitos por viejo.
   —Oye la pasé muy bien anoche...
   —¿Pero? —le pregunté. Sonrió.
   —Pero nada, ¿Crees que cada vez que venga a la ciudad, te pueda ver? —cuestionó, madres, no quería darle falsas esperanzas, yo seguía enamorado de Carlita, ah pinche vieja.
   —Esteeeeeeeeee... —contesté alargando, ni pedo, tuve que romperle el coracoco— Eres una chica espectacular Romina, pero nuestras clases sociales no se llevan, neta nena.
   —¿Cómo crees? ¿Es en serio? ¿Sabes cuántos hombres quisieran estar en tu lugar?
   —No... Ps... Yo sé que muchos, pero ps... Mejor quedemos como buenos cuates, nena, mejor así.
   La nena era caprichosa, pero ni pedo, no es mi pedo, me vestí mientras hacía su berrinche con cara de puchero, salí para buscar a mis homies, chale, no los encontré, el ladrillo de mota se había desvanecido en la noche, pinches niños bien mal portados, vi al Julián dormido en un sillón, abrazado de un güero como tipo norteño y preferí no despertarlo, salí de aquella casa y caminé perdido, el sol pegaba fuerte en domingo de cruda malhechora, las patas pesaban, andaba aún de a camisa roja, pero ya toda sucia. Me fui como pude para cualquier lugar, traía aún en los bolsillos unas tachas, agüevo. Dos días después me encontré al Calaca en la Alameda Central, nos pusimos bien cricos otra vez, me contó ese cabrón que la Pelona estaba con Roderick, quesque ya hasta planes de llevárselo a conocer Londres, madres, iba a visitar a la Mary Poppins, no chingues, pinche Pelona; que él, mi valedor Calaca, se había hecho cuate de unos políticos que lo iban a jalar para el sexenio en la secretaria de quien sabe qué, no mames, fui el único que quedó como pendejo sin hueso, pero el haberme chingado a la güerita naiden me lo quitaba, un mes después escuché en la radio la rola de Toda la vida interpretada por Romina Watts con su sonido característico. Y pensé— Que suerte tenemos los que no nos bañamos...

Toda la vida
coleccionando mil amores
haciendo juegos, malabares
para no amarte en exclusiva.

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