El buen doctor

ÉL ESTABA FUMANDO MARIHUANA DE LA BUENA, tenía cierto parecido a Legendary Stardust Cowboy, la banda psychobilly que lo topaba, sugería eso, y pues se decía que se parecía al Legendary Stardust Cowboy y una combinación cabulona de Erick Rubin cuando estaba chavo. Su habitación estaba en un desorden total, un desorden en donde probablemente se encontraban algunos recuerdos borrosos, o algunas cucarachas muertas, u otras alimentándose de la locura emprendida por el joven rastudo. Otro jalón. No permitía que el desorden fuese acomodado, era una onda performática, estilo conceptual, representaba la podredumbre del mundo. Realmente era un huevón de lo peor, pero se justificaba con el arte (como muchos huevones). Había una capa de dos centímetros de polvo en el viejo escritorio, salió del cuarto y encontró el celular viejo y puteado. Era el 10 de mayo y eso valía verga. Había un mensaje nuevo, de su madre. Otra vez. 

Antonio, ¿Dónde estás? No sabemos nada de ti desde hace tres meses, deberías de venir a vernos, en verdad nos interesa cómo te encuentras, tu padre ya aceptó que tuvo un error al pegarte. Por favor ven. No puedo seguir con esto, necesito que me digas si estás bien... Por favor llámanos o al menos escríbenos. No sigas los mismos pasos que tu hermana, ella sí desapareció por completo. Si sabes algo de ella avísanos, tu padre no para de buscarla. Te amo, necesito saber de ti.

   Antonio arrojó el teléfono al buró, no le iba a dar importancia realmente, desde la última vez que entró a casa, su padre lo abofeteó y ofendió a Irma, su novia, desde entonces decidió abrirse definitivamente. Las cosas no estaban bien, su padre siempre fue un hijo de puta, su madre una abnegada, por eso su hermana y él se fueron. Los problemas ya no solo eran en casa de sus padres, Irma estaba bien mamona desde unas semanas atrás, casi no se hablaban, ni se miraban, ni compartían nada que pudiera llamarse amor. Para un hippie como Antonio, el sexo era fundamental, otro pretexto para ensartar la verga dentro de una hembra, puros pretextos que se inventan esos güeyes. Irma estaba callada, no le hacía ni una chaquetita pa’ calmar al culero, no hasta que consiguiera un trabajo y mínimo lavara la ropa. Pinche huevón. También, desde hace unas semanas atrás, Antonio tenía una picazón en los huevos, sus peludos huevos mugrientos. Entonces había dos pedos en sus huevos, una, no había descargado mocos en un chingo de tiempo, y dos, una comezón espantosa. Recordó la conversación que tuvo con su amigo Raúl.
   —Te digo que la Dra. de la esquina me hizo una chaqueta. Nomás le dije que tenía una mancha en el huevo y pos se rifó haciéndome una pajita en cuanto me saqué la verga. Es bien buena onda la doctora, güey. —dijo Raúl. Ese pinche Raúl siempre con sus historias cagadas, era el alma de la fiesta eso sí y a todos les caía bien.
   —¡Ahhh! —contestó Antonio con el tono de güey pacheco, la banda pacheca tiene esa expresión Ahhh y saca la lengua como así bien sorprendido, es por la pérdida de neuronas, como que reaccionan lento los culeros— No digas, mano... No chories...
   —Es neta lo que te digo mi Toño. Tu nomás ve cuando andes ganón. La neta es bien chida la morra. —contestó Raúl.
   —Ya... No peques, canijo... No me mientas.
   —Ve tú mismo a comprobarlo, la chava es una ninfómana, nomás porque había gente esperando ese día, sino capaz que se la metía. ¿Yo qué gano con mentirte?
   —Órale... Va... Vo’ir.
   Esa ocasión se estaban echando una chela, en una de las terrazas en donde colocan música culera frente a Bellas Artes, sonaba la pieza musical En 20 Uñas de Jamsha ft. Don Chezina que parecía hacer un juego extraño con el palacio blanco, unas viejas bailando y restregando la coliflor en las ingles de unos pinches flacos feos que seguían la voz del Putipuerko, resulta que Raúl vivía por allí, y como ese güey era a toda madre, pues invitó las chelas, aparte, ya todos los compas de Antonio sabían que el pobre idiota no tenía ni donde caerse muerto. Pero era buen pedo, un buen cabrón que escuchaba los pedos ajenos, esa clase de cuates que no te regañan si la cagas, que más bien te dicen las cosas como van, derecha la flecha, cuates que se prestan a la mamada, y pues se les perdona la vida, aunque sean unos miserables pendejos.
   Irma estaba tirada en el sofá, con unas mantas de tigre, meneando la cabeza mientras escuchaba unas rolas de Thee Headcoats, Irma era hija de un viejo medio adinerado, no de tanto billete, pero al menos le pasaba una lanita semanal para que pudiera sobrevivir, Irma miró a Antonio que estaba rascándose los huevos y dijo:
   — ¿Qué tienes?
   —¿De qué o qué?
   —¿Qué tienes en los huevos?
   —Eso te vale, ¿No?
   —No vayas a tocar la fruta si no te has lavado las manos eh, cabrón...
   —No. No voy a tocar tu preciosa fruta... Orita vengo.
I do not like the color of the streets
I do not like the places that I meet
I do not like the music that I hear
I do not like the way they stand and stare1
   —¿A dónde vas?
   —A la Luna.
   —¡Ah míralo! Te traes comida lunar... Ya es neta güey... ¿A dónde vas?
   —¿Qué eres policía o qué?
   —Ni que fuera tu pinche padre...
I do not wanna climb to the top
I do not wanna live under the clock
I was not made for this world1
   Antonio salió por la puerta de madera, escupió un gargajo verdoso, miró e intentó hallarle una forma que se pareciera a Irma, se disponía a ir con aquella doctora que su amigo Raúl le había recomendado, la misma doctora que hacía chaquetas, una doctora ninfómana. Antonio se rascaba los testículos mientras bajaba las escaleras del edificio donde habitaba, una vieja vecindad mugrosa y perdida, a las orillas del viejo barrio infértil en el que estaban alojados desde unos dos años o algo así atrás. Se intentó peinar ese greñero que tenía por cabello mientras pensaba en lo culera que era su vieja, en que no comprendía la actitud, si pues, ella lo conoció siendo así, un gañán, ahora que ya vio lo que era andar con un pendejo podrido, se ponía los moños colorados la muchacha y quería a un pendejo trabajador y godínez. No mamar.
   Llegó a la calle y pasó sus manos por su rostro, mostrando sus ojeras y sus ojos saltones, ojos particulares de pacheco, mientras caminaba, metía su mano en el bolsillo, disimulando que no hacía nada, pero todos veían y podían notar cómo se daba unos pellizcones en los huevos, sobre todo las viejitas que lo miraban como si de un verdadero indecente se tratara. Caminaba pegando las piernas, para poder calmar la picazón.
   Llegó a la esquina indicada por su amigo, era uno de esos consultorios de similares, asientos azules, paredes blancas, una farmacia a un lado con una vieja con los pelos pintados de güero, checando el celular y sonriéndole a los mensajes cachondones que enviaban sus comadres por el chat grupal. En cuanto se sentó, empezó a cachondearse, tenía un chingo sin poder escupir mecos. Pero el momento había llegado. La doctora era su salvación, mucho más barato que una prosti, que por una chaqueta cobra más de cien varos, y aparte, una puta pues es medio cochina, no todas, pero pues unas si son un foco de infección, al menos la doctora pues era doctora, y pues como doctora seguro que sí se cuidaba la panocha.
   Esperó en el consultorio por unos cuarenta minutos, solo escuchaba las voces por detrás de la puerta blanca con perilla dorada y desgastada, Antonio empezó a imaginarse que quizás aparte de chaquetearlo, igual podía bajarse a los chesquitos, o igual hasta de a perrito la ponía, o un pinche helicóptero se aventaban, solo Antonio sabía lo que su cabeza estaba maniobrando, ya traía bien dura la verga, se la iba a dejar ir todita por el culo, igual y pues como era ninfómana, a la doctora le gustaba por el fundillo, esa parte es más apretadita, como un asterisco, pero pues también corres el riesgo de que salgan los frijoles a pasear y se queden pegados en el mástil, pos igual vale la pena, pensó Antonio, pero si había comido lentejas, pues no, ahí si ya no le entraba, las lentejas no le gustaban.
   Una viejita salió del consultorio, acompañada de una doctora, medio gordita, pelos sueltos y negros, ojos rasgados, piel morena, la boca como saltona a causa de los dientes, si le hacía una mamada  seguro esos dientes podían arrancarle la verga, la bata blanca y un pantalón formal gris, unos zapatitos cómodos, unas dos o tres llantitas, o sea, era una vieja vientruda, pero pasable, si estaba dispuesto a dejársela ir por el fundillo. En eso entró un hombre, de unos cincuenta y tantos años, con camisa color amarillo pastel y una corbata roja, lentes de armazón delgado, bigote entrecano, moreno y cachetón, saludó a la doctora, parecía ser su padre y si no era, pues seguro era su sugardaddy y ella dijo mirando a Antonio:
   —Espere tantito. Orita lo atendemos...
   —Ah... Sí... ‘Ta bien... —contestó Antonio, el viejo se pasó al consultorio, y se cerró la puerta, después de un minuto salió la doctora y miró a Antonio.
   —El Dr. Flores lo va a atender. Pase. —dijo la doctora, que ya no tenía la bata blanca, disponía a irse. Los planes se vinieron abajo, todo se chingó, pero que podía hacer, seguía con una erección fenomenal dentro de los pantalones, se fue bajando de poco en poco, de esas veces que sientes cómo se va encogiendo, entristeciéndose, poco a poquito, así cae primero la cabecita y luego todo se va achatando, y sientes eso en tus muslos.
   Antonio no tuvo más remedio que entrar al consultorio, sintiendo comezón, ya no había vuelta atrás, si se iba, todos se iban a quedar de que pedo con este güey. Entró, el medico se colocaba la bata y todos los accesorios mamones.
   —Buenas tardes. —dijo el médico— ¿Cómo se llama?
   —Buenas... Antonio Tovar.
   —¿En qué puedo ayudarle, Antonio? —preguntó el médico con una sonrisa en su cara, arriba un bigote canoso.
   —Eh... Eh... Pos vengo porque desde hace una semana tengo mucha comezón en las pelotas...
   —¿Las pelotas?
   —Los huevos.
   —Sí, sé a qué se refiere.
   —No aguanto más. No sé qué hacer...
   —Vale... Vamos a echarle un vistazo. Bajé sus pantalones.
   —¿Me va a revisar?
   —Es necesario. Usted podría tener una enfermedad venérea. ¿Cuándo fue la última vez que tuvo relaciones coitales? —preguntó el médico mientras se colocaba unos guantes de látex y un cubreboca, también los lentes para poder ver mejor.
   —Está bien... Eh... Pos hace como un mes y medio... Pero con cuidado, por favor. —contestó Antonio, temía que su verga hubiera sacado el líquido preliminar cuando la traía bien erecta.
   —Pierda cuidado.
   Antonio se bajó los pantalones, después los calzoncillos, se recargó en la camilla, la clásica camilla que hay en los consultorios, y el médico se sentó en una silla, era un médico en verdad entregado a la salud de sus pacientes, de eso no había duda alguna. Empezó a inspeccionar los pelos de Antonio, su palo no era tan grande, es más, parecía tener frío por lo encogido que estaba y por cómo se veían sus huevos, como cacahuatitos. De pronto, Antonio cerró los ojos, unas manos tanteando los pelos, los dedos en los huevos.
   Pare, siga, siga, siga, así, justo ahí, típicos pensamientos de cuando tocan tus huevos, pero Antonio pensó ¿Esto no será gay? La respuesta le ocasionó abrir los ojos, la verga se había puesto bien dura, como unos momentos atrás.
   —Discúlpeme...
   —No se preocupe amigo, a algunos hombres les sucede esto. Es natural. Solo piense en otra cosa. Yo me apuro. —dijo el médico sin prestar atención al palo venudo de Antonio.
   —Entiendo...
   No se detenga, así, así, siga, siga, así, toque allí, sí, allí, oh sí, sí, sí. ¡No! ¡Baboso! ¿¡Qué estás haciendo!? Piensa en otra cosa, cabras, el rostro de Al Pacino, Scarface, Tarde de perros, Jack & Jill, una granja, sí, sí, ahí, oh... Una granja, eh, vaca, gallinas, pollitos, pío, pío, pío... A Irma le gusta el pollo rostizado... Irma... Irma... Irma.... Oh Irma... Las nalgas de Irma... Las chichitas de Irma... La voz de Irma cuando cogíamos... Irma... Irma... Irma... Irma arriba de ti... Irma cuando despierta... Irma sonriendo... Irma diciendo que te ama... Irma... Irma... ¡Irma...!¡Irma!... Uh... ¡Irma...! Irma teniendo un orgasmo.
   Antonio cerró sus ojitos, después todo se oscureció. Cuando los volvió a abrir, vio al médico limpiando sus lentes de los mecos que habían salido disparados.

   —Antonio. Usted tiene ladillas en los huevos... —dijo el buen Dr. mientras limpiaba los lentes con un pañuelito negro, Antonio se subió los pantalones, había matado dos pájaros de un tiro y el Dr. había hecho un gran trabajo.



[1] Fragmento de canción "I wasn't made for this world" de Thee Headcoats. 




El buen doctor
Maggy
mayo, 2018


Entradas populares