Los hijos de María Ultrajada (ft. Ángel Sánchez Rivera)

Sin título
 Maggy
26 de junio, 2018


I
«Bruno Bellmer»
LOS BRIAGOS SE HABÍAN ORGANIZADO para beber un poco de rabia anochecida. La pequeña y nalgona Mariana estaba con la baba escurriéndole de los labios, sonaba una canción del Cuco Sánchez.
Y tú que te creías el rey de todo el mundo
y tú que nunca fuiste capaz de perdonar
y cruel y despiadado de todo te reías
hoy imploras cariño
aunque sea por piedad.[1]
   El ambiente estaba abarrotado únicamente por cínicos que deambulaban en sus catarsis, dentro de los labios marchitos de cada uno de aquellos que se encontraban simulando vivir radioactivamente, Mariana era una pequeña que se estaba perdiendo en las sensaciones del adiós. Mariana era mi cita, aplicando la táctica para encamarla del modo que fuese posible, a como diera lugar, porque perro que come carne ya no quiere hueso, pero Mariana estaba impertinente, diciendo puras pendejadas y riéndose a carcajadas que contaminaban el aire de aquel lugar tan elegante.
   —Mariana, ya andas hasta la madre. —dije mientras con una mano sostenía mi vaso con pulque natural a medio beber.
   —¡Tú cállate! ¿¡No qué querías empedarme pa’ cogerme!? —exclamó Mariana, y cuando dijo eso hubo risas en la pulquería, en su mayoría eran risas provenientes de borrachos apestosos, uno que otro Godínez con el traje y la corbata, — ¡Ahora me cumples, Diógenes! — añadió, pero al verla ya bien peda, babosa y con la cabeza dando vueltas en un mar de arena estremecida, me di cuenta que realmente no me atraía en lo más mínimo, seguía enamorado de Paulina. Pero ella era mucho para mí y mis caries marchitas. Paulina era una chica distinta a mí y todo lo que representaba con mi rostro aguado. Agotado de esperar el fin, miré a Mariana, la tomé del brazo fuertemente y la jalé, sin importarme que todos estuviesen viendo aquella acción. En la calle había un frío que estremecía al mundo completamente, nos encontramos con un pordiosero que estaba limosneando para beber algo que pudiese destruirlo en su totalidad.
   Mariana estaba tambaleándose perdidamente en ese mundo desnutrido por las crisis de no sentirse como mi amante deseada, la jalaba entre la multitud del humo, Mariana me observó e intentó hablar, pero el lenguaje la había abandonado, quizás no había nada seguro en ese mundo. Estábamos parados, y ella comenzó a reír de un modo que descubría que yo estaba fragmentado.
   —Oye… Oye Diógenes… No te entiendo… Primero me invitas, te me insinúas, y luego ya nada.
   —Pues nada Mariana. Simplemente que ya me arrepentí de estar contigo… Perdón.
   Mariana comenzó a llorar y a sonreír de una manera extraña y curiosa, contemplé de que estaba hecha, descifré que quizás era un trapo humano, a algunas personas les encanta el sufrimiento, les encanta verse en situaciones como esas, vivir constantemente en la tragedia, como las canciones de José Alfredo. Mariana vivía junto con sus dos hermanos, a los que por cierto, yo les hablaba bien, pero eran tipos peligrosos y si sabían que la había bateado, me iban a poner en la madre. Me arrepentí de mis acciones y le sugerí volver a aquella pulquería.
   Entramos corriendo a la tierra del olor abstracto, seres descomponiéndose, nos miraron con esa típica mirada con la que se ven a las parejas que pelean y se encontentan después de un rato. El viejo que servía la bebida me lanzó una sonrisa como burlona y solo pude responder con una risa de valeverga, Cuco Sánchez había sido reemplazado por la voz de Jim Morrison.
Come on, come on, come on now
touch me, babe,  
can’t you see that I am not afraid,
what was that promise that you made
why won’t you tell me what she said
what was that promise that she made.
[2]
   Mariana volvió a sentarse, un hombre moreno nos miró desde el otro extremo del lugar, ambientado con paredes despintadas, desgajadas, alucinadas y extasiadas, el corazón de aquel lugar era un lavamanos que estaba descompuesto, pero realmente la higiene no importaba en lo más mínimo.
   El tipo moreno nos vio de frente, se acercó poco a poco, con una jarra de pulque en sus manos, Mariana estaba sobre la mesa, esperando a que yo pidiera algo que nos destruyera un poco, solo un poco más. El tipo me miró a los ojos cuando estaba ya frente a mí.
   —¿Se te perdió algo? —le pregunté.
   —No, solo vine a sentarme con ustedes. ¿Puedo?
   —Pues es un país libre. —dije— Pa’ eso pelearon los Insurgentes, ¿No?
   —¡Ahhh! ¡Un joven fan de la historia bélica de nuestras tierras! —exclamó mientras se sentaba y me miraba a los ojos, cuando por fin se sentó, miró a Mariana que tenía la cabeza sobre la mesa y estaba medio dormida. Sonrío, tomó uno de los vasos y comenzó a servir, — Toma. —dijo, me dio el vaso con pulque dentro, lo tomé, sirvió otro para Mariana, ella levantó la cabeza y le sonrió al sujeto, estaba con el cabello hecho con un casquete corto.
   El sujeto nos miró a ambos y se quedó sonriéndonos por unos segundos. Entonces bebió a su pulque, al ritmo de Touch me de los Doors. Miré a Mariana atento y quedé observándola. Bebimos en un silencio de voces y al mismo tiempo, Jim Morrison cantando, el sonido de la rockolla. Finalmente, Mariana rompió el silencio con una risa y el hombre la miró y sencillamente se empezó a reír, yo sin comprender cual era el chiste.
   —¿Cómo se llaman? —preguntó el hombre con una sonrisa en su boca, Mariana también.
   —Mariana, él es Diógenes, ¿Y tú?
   —Goliat Mandujano, pa’ servir a Dios y uste’. —contestó con una seguridad espantosa— ¿Qué haciendo por estos lares?   —Pues… —dije.
   —Es una cita romántica. —interrumpió Mariana después de beberle al pulque.
   —¡Romántica! ¡Que maravilloso es el amor! — Exclamó Goliat. — Yo vine a pasar el tiempo, estoy de visita en la ciudad, mi familia vive en Oaxaca, según ellos, ya no bebo… Quien sabe después si se enteran…
   —Pues sí… Creo. — Dije, miré al hombre y bebí nuevamente del pulque, observé al sujeto otra vez, de nuevo a Mariana, los Doors acabaron, empezó una canción aburrida que no vale la pena mencionar.
   Mariana seguía bebiendo, recuerdo la primera vez que la miré, estaba sentada con mi primo Israel en la banqueta, nos quedamos viendo, y él fue quien me presentó con ella, teníamos unos seis años cuando eso pasó. En fin estaba todo triste por haber terminado con Paulina, la mujer había estado conmigo por tres años seguidos, corriditos, pero se encontró con un tipo más maduro y pues era obvio, no había necesidad de estar con un pobre diablo como yo, un muerto de hambre o gorrón, como gustes llamarle, sentí la necesidad de invitar a Mariana a salir, a fin de cuentas con Mariana tenía un poquito de historia, era vecinita y era buena onda.
   Mariana me miraba mientras platicaba con aquel hombre destilado, carne para el asador, sugería el sujeto ser un tipo que llegó a nuestra ciudad para trabajar en un asunto muy secreto, quizás mantener en secreto la vida alienígena que había contactado con nosotros… No… Era imposible.
   —¿Y entonces en qué trabajas? —preguntó Mariana entrometida en aquello que no debía de importarle.
   —Pues, soy militar —contestó el sujeto—. Fíjate que allá de dónde vengo, pos no hay tanta variedad en el chupe, por eso me gusta está ciudad.
   —¿Y de dónde eres?
   —Pos de ahí del mero centro. Pero ya sabes, con la familia, los chamacos, mi esposa, pus nomás no me dejan beber tons ya ni sé que haya bueno. —dijo Goliat Mandujano, bebía el pulque y a decir verdad el hombre aguantaba mecha, ya estaba algo prendido y estaba gritando que alguien, por amor de Dios, pusiera una canción de José Alfredo Jiménez.
   Se levantó, vi la oportunidad de hablar a solas con Mariana, intentar convencerla de irnos y deshacernos de ese güey, pinche tipo pesado y risueño que todo el tiempo se la pasaba molestando.
   —Mariana, vámonos ya. Ya es tarde. —dije susurrando y acercándome mucho a su rostro.
   —¡Ay no! ¡Vamos a quedarnos! ¡La estoy pasando bien! —contestó la necia y ebria mujer que se había convertido en una bruja de la cual no podía deshacerme, el tipo se estaba acercando a la rockolla, se puso a elegir canciones y nos miró desde donde se encontraba. Los otros ebrios carcajeando, otros llorando, otros callados, otros simplemente hablando de puras pendejadas. Yo-ya-no-quería-estar-ahí.
   —Mariana. Vámonos… Hazme caso.
   —¡Ah! ¡Que no! ¡Vete tu si quieres! ¡Yo me quedo! —contestó, estuve a nada de decirle que sí, a la verga, pero no, no podía dejarla sola, caliente, peda, pendeja y dolida, y menos con un oaxaco que estaba turisteando y buscando una presa fácil para su calentura, simplemente es que yo no soy tan culero.
Te vas porque yo quiero que te vayas
a la hora que yo quiero te detengo
yo sé que mi cariño te hace falta
porque quieras o no, yo soy tu dueño.
[3]
   El viejo regresó hasta nosotros, miró a Mariana y volvió a sonreír.
   —José Alfredo es otro pedo, ¿Apoco no? ¿Tú qué opinas Diógenes?
   —Sí. Es otro nivel. —contesté con un poco de seriedad en mi manera de hablar.
   Seguimos bebiendo, ellos parecían haber conectado de un modo fantástico, quizás ya no hacía falta mi presencia en aquel lugar, de cierto modo, era libre de poder irme. Así siguieron durante un largo rato, miré durante ese lapso lo que me rodeaba, estaban perdiéndose en el pulque, en la noche, en caer rodando por el mundo, quizás algunas noches no hace falta nada más que morir y fumar un último cigarro.
   Goliat miró a Mariana, seguían hablando del impacto tan grande que tiene José Alfredo en la vida del sujeto, en tierra de muertos, miré a Goliat una vez más. Entonces, ya cansado de tantas estupideces, y al quererme poner como todo un macho que defiende la carne que se va a comer, lo miré y entonces, con todas las de la ley.
   —Bueno… Pues, Goliat.
   —Llámeme Teniente Goliat, por favor. —interrumpió con el aliento sucio.
   —Teniente Goliat
   —Ya me arrepentí mi amigo, mejor solo Goliat. Ya andamos en confianza, ¿Apoco no?
   —Como sea… Goliat. Yo creo que es momento de que nos vayamos.
   —¡Hombre! ¡Pues vámonos! ¿¡A dónde nos la seguiremos!? —respondió muy animado el sujeto prieto, chaparro y feo.
   —¿Eh?
   —¡Eso! ¡Vámonos a mi casa, Teniente! —exclamó Mariana en su jugo, entretenida con las historias estúpidas de Goliat. Goliat fue el primero en levantarse, se sobó la panza por un momento y unas palmaditas después en la barriga, bostezó y Mariana se levantó, yo me quedé sorprendido, quizás si podría deshacerme de ella, Goliat iría a su casa, se encontraría con los dos hermanos mastodontes que custodiaban a Mariana y probablemente tendría una nueva cicatriz de guerra.
   Mariana me jaló del brazo para levantarme, salimos del lugar, Goliat caminaba como pingüino, iba platicando algo, aunque yo realmente no le prestaba atención, no que Mariana, puta, iba entradísima en la platica nublada del Teniente Goliat. 
   —Espero no haber interrumpido su cita romántica. Pero pos es que los vi discutiendo y no pude evitar intervenir e invitarles un pulquito. —comentó el viejo briago militar.
   —No se preocupe Teniente Goliat. Si no fuera porque usted nos invitó, Diógenes ya me habría botado en mi casa desde hace horas. —le contestó bien peda Mariana.
   Subimos a un coche plateado, por dentro estaba perfumado de una manera excepcional, nadie se creería que un tipo como Goliat Mandujano condujera una nave como esa, incluso, puedo apostar que sus patas quedaban cortas para alcanzar los pedales, quien sabe, el tipo comenzó a arrancar el carro, acelerar entre una avenida poblada, el sujeto colocó canciones de lucha, o sea canciones con temática contestaría, supongo que el sujeto estaba atraído en ese concepto. Mariana estaba en el asiento trasero, mirando la avenida y sonriendo, Goliat cantaba a la par y yo, mirando a través de la ventana, como un perro, en una noche que resentía nuestras vidas. ¿Qué estaría haciendo Paulina? ¿Estaría pensando en mí? ¿Cogiendo con otro? ¿En alguna fiesta? ¿Nada? ¿Todo?
   La cabeza me daba vueltas, no tenía idea de que es lo que estaba haciendo, miró Goliat por el espejo retrovisor a mi acompañante borracha y entonces, cuando un semáforo se colocó en rojo, volteó a verla.
   —Oigan… Muchachos, ¿Y a dónde nos dirigimos? ¿O quieren ir mejor a mi hotel? —preguntó Goliat.
   —No… Creo que lo mejor será que… —dije, pero la interferencia de la voz de Mariana, otra vez.
   —¡Sí! ¡Sí vayamos! ¿Dónde es? —interrumpió, me vinieron unas ganas tremendas de darle un bofetón que le hiciera dar giros su jeta, que le quitara lo peda, pero me contuve.
   —¡Eso! ¡Eso sí señor! —contestó el tipo, revisé la hora, iban a dar la una y media de la madrugada, sensaciones destruidas, diluidas, encuentros amorfos que se entretejen en la avenida de los huesos roídos, allí dentro de mi nuca, detrás de todos esos secretos, quizás no había mucho porque pelear, pero valía la pena desafanarse de aquel tipo pesado.
   —Bueno… Ya que. —susurré, ya resignado, volteé hacía Goliat y entonces le cuestioné— ¿Y qué Goliat? ¿Dónde está tu hotel? —, el tipo se me quedó viendo y después sonrió de un modo que me asustó.
   —Cerca.
   —Hmm… Bueno, le avisaré a mi hermana que no llegaré temprano a casa. Le enviaré mi ubicación cuando estemos allí. —contesté, previniéndome, el único problema es que no tenía ninguna hermana, solo en el mundo, estaba mi primo Israel y su familia, pero el idiota no tenía celular, supuestamente no le permitía interactuar del todo con la humanidad, pero en estos casos, me gustaría preguntarle, ¿Y luego?— ¿Y a qué vienes a la ciudad?
   —Pues… Estoy trabajando con algunos sujetos, llevar mercancía, transportar ciertas cosas. —contestó.
   —Creí que eras militar. —comenté, empezaría a indagar por su vida, poco a poco, medir el peligro.
   —Lo soy, soy el Teniente Goliat Mandujano, ¿Pero qué apoco no puedo tener unos trabajitos extras? Bajita la mano, pa’ que naiden sospeche, así le llevo un poquito más de comida a mi familia, ¿O qué tú no harías lo mismo?
   —Quizás. No lo sé. ¿Y qué transportas? —cuestioné.
   —Eso. Eso mi bélico amigo. No puedo decírtelo. Solo ten presente, que como amigo, convengo a madres.
   —Bueno… Espero que no nos metamos en broncas por venir contigo. —dije.
   —Asté tranquilo, que si vienen a chingar, yo me despacho a quien sea. —contestó, el sujeto me observó y sonrió, Mariana no se enteraba siquiera de lo que sucedía, ese tipo era un peligro caminando, sepa Dios que tipo de mercancía estaba moviendo, quizás drogas, quizás armas, quizás órganos, quizás nada malo, pero no se puede estar seguro de nada.
   Llegamos a un hotel de esos que son para un revolcón, 250 por dos horas, afuera había prostitutas y unos pinches transformers, incluso, puedo asegurar que pasar una noche allí no era demasiado higiénico, el tipo bajó del coche y nosotros le seguimos, entramos a la recepción que estaba demasiado iluminada por un color amarillo, detrás de un mostrador un joven con el cabello castaño, nariz larga y ojos pequeños, vestía de forma más o menos decente y yo me miré las garras, ya andaba bien jodido. Mariana saltando de un lugar a otro, bien peda. Goliat Mandujano se acercó al tipo y yo me quedé atrás de él. El muchacho recepcionista parecía conocerlo, sonrió en cuanto lo miró y se refirió a él como Sr. Mandujano.
   Le dio una llave, subimos por unas escaleras medio chingadas, llegamos a un largo pasillo, las paredes masticadas, algunos adornos, la puerta estaba como vieja, me dio cosa incluso poner mi mano sobre la puerta o tocar siquiera algo, aparte que mis manos son de estómago. Entramos a la habitación, había un gran ventanal que mostraba parte de la urbe capitalina en la que habitábamos.
  —¿Quieren beber algo? ¿O cenar algo? —preguntó Goliat. Saqué mi teléfono celular y le mandé mi ubicación a Paulina, junto con un mensaje que decía:
Sí no vuelves a saber nada de mí, estuve aquí junto con un tipo llamado Goliat Mandujano.
   Omití a Mariana, no puedes hablarle de una mujer a tu ex-chica, puede creer que el mensaje solo sirve para afirmar que ya estas saliendo con alguien más. No era el momento aún de hacer público que ya estaba de picaflor.
   —No… Yo estoy bien. Gracias. —dije, miré a Mariana y le lancé una mirada como diciéndole que no pidiera nada. Pero no le importó.
   —¡Ay! ¡Yo sí! ¡Unas cervezas y una hamburguesa! ¿Se puede con queso?
   —¡Pero claro Marianita! ¡Doble carne si quieres! —exclamó Goliat y Mariana meneó su cabecita de arriba abajo con una sonrisota, casi queriendo saltar la muy pendeja— Diógenes, ¿No quieres ni un refresquito?
   —Estoy bien, mi Goliat, gracias.
   —¡Anda! ¡Te voy a pedir un refresco! ¡Y no me digas que no! —contestó, tomó el teléfono y entonces marcó el número cero, para hablar a recepción, — ¿Sí? ¿Hola?... ¡Hola!... ¿¡Me puedes traer una cubeta de chelas!? Vickys, ¡Y una botella de tequila, una hamburguesa doble carne y doble queso, y un refresco…! —dijo, me miró, — ¿Qué refresco quieres Diógenes? —cuestionó y puse una cara como si hubiera visto un muerto, o sea pelando los ojos y la boca como de asombro— ¿Qué refrescos tienes?... Ajá… —. Supongo que le empezaron a decir los refrescos pues empezó a pronunciar todos sus nombres— Coca… Mundet roja… FreezeGrape… Manzanita... Fanta… Sprite…
   —Un Sprite está bien. —interrumpí para que pudiéramos acabar rápido. Comúnmente para que dejen de estar chingando, solo repites la última propuesta que te hacen, eso se da más en los refrescos, siempre que un mesero se acerca cuando estás zampándote unos tacos campechanos y te empieza a decir las bebidas, se dice la última, o se opta por la vía rápida y pides la Coca. Goliat colgó el teléfono.
   —¿Y cuánto tiempo llevan saliendo? —preguntó Goliat.
   —Es nuestra primera cita, ¿Puedes creerlo? —contestó Mariana.
   —¿¡Con qué sí!? —exclamó el militar, — ¿Y por qué discutían? —volvió a preguntar.
   —Pues Diógenes, que se la vive enamorado de una chava que ya ni lo pela. —respondió por mí la ebria. Goliat me volteó a ver, como enojado.
   —No… No es eso. Mariana se puso un poco impertinente en la pulquería. —dije.
   —¿Lo dices por lo qué te gritó? ¿Lo de empedarla para encamarla?
   —Sí, por eso se enojó. —añadió Mariana.
   —No me enojé, pero no quiero que una bola de briagos nos falten al respeto, o se metan en lo que no les interesa. —comenté, remarcando la última frase, queriendo dar un mensaje.
   —Pues… Hacen una muy bonita pareja. Por eso me les acerqué. Pa’ que ya no pelearán.
   —Gracias, Goliatsito. —respondió Mariana.
   —Nada que agradecer. Al contrario, gracias por dejarme pasarla con ustedes.
   Pasaron los minutos, de pronto alguien tocó la puerta, Goliat abrió, era la hamburguesa doble de Mariana, la cubeta de cervezas, la botella de tequila y mi refresco. Siguieron bebiendo, Mariana comió, la plática seguía entre ellos, Goliat colocó música sangrante, a un volumen alto que pudiera despertar a los otros huéspedes, risas, estupideces, lo típico cuando bebes, en cualquier momento se iban a parar a bailar alguna pendejada.
   Mariana intentaba darme un beso sabor cerveza con tequila, tuve que acceder, pues Goliat nos presionó de cierto modo, la besé con un poco de lengua, después de eso, nos miramos a los ojos, estaba ella delante de mí, en la borrachera de su vida, y yo extrañando a Paulina.
   —Bueno... —dijo Goliat, ya entonado, con un tono que intentaba parecer serio— Tengo que confesarles otra cosa mis amigos... 
   —¿Qué pa-a-a-s-sss-a? —preguntó Mariana, la verdad es que ya estaba bien peda.
   —Los traje aquí para hacerles una propuesta. —respondió, yo lo miré, esperaba lo peor del mundo.
   —¿De qué se trata? — Cuestioné yo, mirándolo, ya había visto con qué tipo de cosa podría defenderme, la botella impactaría con la cabezota de aquel hijo de puta.
   —¿Tienen alguna religión mis amigos? —preguntó, lo observé, esperaba algo menos estúpido.
   —S-s-s-s-sssssí. —respondió la borracha— Soy católica, pe-pe-pe-ro n-n-n-no má-má-má-mássss po-po por mi-mi-mi familia… Hip...
   —¿Y tú Diógenes? —cuestionó.
   —Supongo que sí. No soy del tipo de personas que buscan las respuestas de la vida, nomás me dejo llevar... —dije, le tomé al refresco y el tipo se me quedó viendo.
   —Pero debes de creer en algo más... Algo superior que maneja los hilos, ¿No?
   —Pues... Supongo, no sé.
   —Debes de saber, tu vida depende de eso.
   —¿Depende?
   —No en el sentido estricto de la palabra, pero si, de eso depende tu vida, la eternidad, tu alma.
   —No mames... —respondí.
   —Mira, yo estoy inmiscuido en una fe verdadera, algo que nos salva de todos esos impulsos primitivos que no requerimos.
   —¿Qué? —cuestioné.
   —La gente que tiene la misma fe que yo aún está escondida, no admitimos a muchas personas, sabemos que no todas las personas merecen la salvación verdadera.
   —¿Qué?
   —Pero en cuanto los ví, ¡Ay señor! ¡El predicador me mataría! ¡Pero es que es inevitable verlos y no querer rescatarlos!
   —¿Rescatarnos? ¿De qué o qué?
   —De todos esos problemas que tienen. —contestó el tipo— Solo tienen que purificarse.
   —¿Purificarnos? —pregunté, igual el tipo ya estaba muy ebrio y estaba pensando en puras pendejadas— Si tu estas chupando... Eso de empedarse no es muy religioso...
   —Depende del contexto, a mi, Dios me confiere mis días de poder volver a beber. —dijo— Purificarse significa abandonar sus pezones, los pezones solo pueden ser para las vírgenes, pero cuando han abandonado la pureza, no es posible.
   —Espera, a ver, a ver, a ver... ¿Qué tienen que ver los pezones con tu fe?
   —Es el ritual de iniciación, Diógenes, mira, piénsalo, los pezones para un hombre, realmente no sirven para nada.
   —Pu-pu-pue-ssss... ¿Y lu-lu-lu-ego? ¿Pa-pa-pa-ra que-qué no-no-nos cuenta esto Te-te-te Teniente? —preguntó Mariana.
   —Porque quiero que formen parte de mi religión.
II
«Ángel Sánchez Rivera»
   Entonces comprendí que Goliat Mandujano no era más que un aficionado creyendo ser un cazador disfrazado de pecador arrepentido, pero... ¿A qué más podemos aspirar en esta vida, si no es a ser simples aficionados?
   Lo que no me quedaba claro era el porque un supuesto militar resultaba ser creyente en ¡No sé que madres! Aquello de pretender engañarnos con una historia chafa de ser teniente del ejército me pareció bastante absurda, pero más absurdo resultaba estar bebiendo con la pendeja de Mariana y todo por pudrirme en el infantil ejercicio de evitar recordar a Paulina, ¡Ay! ¡Mi amada Paulina!
   Mientras Goliat buscaba algo de música en la radio continuaba con su solemne confesión de ser miembro de una tal Iglesia Única de los Hijos de María Ultrajada, entre estación y estación se escuchó algo y grité— ¡Déjale! ¡Déjaleeeeee! ¡Están pasando las aventuras de Montag!
   —¿Quién es ese güey? —preguntó Goliat.
   —Es un vato bien curado que entre la violencia, las drogas, el rock’n’roll y el buggiebuggie se topa con una pinche jorobada loca. —en ese momento miré a Mariana y me reí— ¡Ja, ja, ja, ja, ja!
   —Estas bien pendejo, güey.
Es muy sencillo creer que puedes construir un mundo
en el que siempre sales victorioso, te descuidas, te confías, te crees muy verga
pero cuando sorprende la perdida y te ves derrotado en el suelo bajo los pies
 de aquellos que creíste pendejos, espantado de la verga y abrazado de los huevos,
te sentiste sorprendido, el orgullo, además de la madriza, apalea sin piedad,
haciéndote sentir el más miserable sobre la luz de la faz de la Tierra.
   La voz chillona de Mariana pidió cambiarle— A mí no me gusta esa pinche radionovela naca, ¡Ponte unas cumbias para poner el ambiente...!
   Goliat tomó una vicky de la cubeta, se limpió con un estilo puramente cachimbesco, secándose la mano en el cabello y la destapó con una de sus muchas llaves que colgaban de su llavero que tenía un alacrán encapsulado en resina, que por cierto, estaba tan feo como su cinturón al puro estilo Sinaloa en un modelo zapoteco de 1.62m, vestía un traje setentero y rete gacho.
   Me ofreció la cerveza diciendo— Anda amigo Platón, ¡Chíngatela!
   A lo que repliqué con molestia— Mi nombre es Diógenes.
   —No te molestes, ¡Chíngate está! ¿¡Y qué te parece si vamos pidiendo otra cubeta!?
   —¡Síííí! — Gritó Mariana, parecía olvidar el tema de los pezones, pero a mí ya me estaba poniendo mal la situación. Ofuscado acepté la cerveza, pero sólo con la condición de que pidiéramos un Titán de piña.
   —¡Claro! ¡Lo que gustes amigo Diógenes!
   —Bueno, sigue contándonos sobre esa onda de la purificación del agua...
   —¡No te confundas! Es la purificación del alma,
   —¡Bueno! ¡Lo que sea! Total, el agua es más cierta, palpable y milagrosa que eso del alma, es más, ¡Esa madre ni existe! — En ese momento nuestra charla teológica se vio nuevamente interrumpida por la nalgona.
   —¡Oye manito! ¿Puedo pedir unas fresas con crema?
   —¡Claro Marianita! —respondió el güey ese— Pero dejen que les siga hablando de mi religión.
   —¡Vazquezroñas mi ñeroooo! ¡Tú embútele al chorizo! ¡Que aquí nos la curamos...!
   —¿Cómo? ¿Qué dijiste? No te entendí nada. —opinó Goliat.
   —Que continúes con el relato, pues nos tienes muy entretenidos con el tema. —respondió la pinche nalgona que ahora ya se sentía mi interprete, al momento que la miré con molestia pues por su culpa y mi falta de aplomo, estábamos en un hotel de Tlalpan con un vato rarísimo.
   —¡Aaah! —respondió con asombro el tío ese y prosiguió— Cuando Dios creó la vida y nos formó del barro...
   —¿Era alfarero el güey? —interrumpí.
   —¡No! Bueno, no sé. La cosa es que cuando formó al ser humano y le dio una compañera, vio que se la pasaban peleando por cualquier cosa y aparte lo desobedecieron comiendo del fruto prohibido, por lo que Dios los expul...
   —¡Así no va el cuento mi buen David!
   —¿David? ¿Cuál David? —preguntó el tipo.
   —¡Pues tu mero, carnal!
   —No confundas mi nombre, soy Goliat. Goliat Mandujano y esto no es un cuento, mucho menos un chiste. —replicó tomando el teléfono para pedir las fresas con crema de la teporocha que ya quería instalarse en la habitación.
   —¿Me puedo acostar tantito en tu cama? ¡Ándale manito!
   —¡Claro que sí Marianita! Duérmete si quieres —respondió Goliat, hijo de su puta madre, comportándose muy amable, pero yo jamás le creería, pues bien que lo sorprendía con sus discretas miradas abundantes y pesadas sobre el cuerpo de la culona, —. Hasta cabemos los tres —comentó, ¡Mariana, Mariana, Mariana! ¡No sé quién es más pendejo! ¡Ella o yo por haberla invitado a salir!
   —Ven a recostarte un ratito, el colchón es bien cómodo y además hasta cabemos los tres. —Goliat sonrío y se apretó discretamente la macana, ¿Pues cómo no? Con la pinche puta borracha y culona de Mariana que parecía tlaconete con sal retorciéndose en la cama— ¡Ándale pinche Diógenes! Diógenes... ¿Diógenes? Tienes un nombre bien cagado, ¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja! Yaaa... No es cierto, tu nombre está retebonito, ¡Pero vente para acá!
   —No Mariana, aquí estoy bien, tú duérmete un ratito mientras me chingó un tequila con Sansón.
   —¿Sansón? ¿Cuál Sansón? —preguntó Mariana.
   —Mi nombre es Goliat, pinche Platón.
   Entonces me di cuenta que alguien debía ilustrar a ese par de pendejos sobre mi nombre y dejar de chacotear como imbéciles, la verdad es que nuestra situación resultaba cómica, un fanático, una loca tentando al arrepentido y un muchacho nalgasmiadas aparentando ser todo un buitre de asfalto y ahora sintiéndome profesor del SNTE... ¡Valgopa’puritavergaaaaaaaaa!
   —Mi nombre es Diógenes, está cagado, pero dice mi tío que fue un güey rete picudo al que le gustaba poner en aprietos a los filósofos griegos y además... —ya no les quise seguir cantando la trópico, pues aunque me escuchaban con atención, me sentí ridículo hablando de lo que no sé y que aunque supiera, esos dos pendejos no lo entenderían. También recordé que Goliat fue un mastodonte que se sintió muy acá, pero lo reventó un morro de un piedrazo en la mera chompeta... ¡A huevo! ¡De pronto todo fue más claro para mí! Volví a la charla y pregunté— Bueno, ¿Vas a seguir con el cuento de las chichis o qué pedo Goliat?
   —Ya agarraste confianza, ¿Verdad Diógenes?
   —¡Simón carnal! ¡Ahorita nos la pachangueamos chicles! —en ese momento tocaron a la puerta, ya traían la otra tanda de vickys, las fresas con crema de Mariana y mi Titán— ¡Chale carnal! ¡Pedí uno de piña y me traes del rojitooo! Los rojitos sólo saben chido con pulque o con una torta Robles de pastel de pollo con quesillo.
   —Es que se nos terminaron los de piña, ¿Quiere qué le traiga de otro sabor?
   —¡Ya déjame ese! ¡Ni pedo!
   —Bueno, ¿Se les ofrece algo más? —preguntó el cuate ese que por cierto traía un look muy a la Alfonso Zayas y cabellera de Daniel Bloom, zapatitos mocasines, pantalón como de mil pinzas y con una camisa floreada.
   —Gracias mano, es todo. —contestó Goliat pagando y dándole un puño de monedas como propina. Mariana se levantó rápidamente de la cama a comer las fresas con crema y me di cuenta que parecía estarle cortando la borrachera, eso era bueno para mí, pero la morra era igual de imprudente en juicio que briaga, pero tenía esperanza en poder largarnos de ese lugar con la menor dificultad posible.
   Mientras comía el postre dijo— Sírveme una no muy cargada, pinche Diógenes. —, me levanté llevando el Titán rojito y se lo ofrecí dándole un beso muy tierno y acariciando su mejilla.
   —Tómate este, linda. —Mariana me miró como espantada, me le acerqué y le dije al oído— Por favor ya no tomes y ponte vergas. —, ella hizo una mueca de espanto y enseguida me abrazó algo asustada, — ¡Hoy nos la amanecemos! —grité al momento que le cerraba el ojo invitándola a ser mi cómplice (muchas veces las mujeres resultan ser tan extrañas que prefieren la complicidad a la autonomía)— Ahora sí, Goliat, sigue contándonos esa onda de tu religión.
   —¡Bueno! Pero pongan atención por favor, verán que es muy bonito esto. —el vato se sirvió un tequila, tomó un gran sorbo y continuó su relato— Dios se enojó porque Adán y Eva se la pasaban peleando, ¡Así como ustedes! Bueno, primero tuvo otra compañera que se llamaba Lilith, pero ese es otro rollo... Resulta que un día se le apareció el Chanclotas a Eva y le preguntó ¿Por qué peleas tanto con Adán? Eva se asombró, pues nunca había escuchado a una serpiente que hablará... — Nuevamente interrumpí el cagante relato de manera cómica.
   —¿Pues dónde vivían? Aquí hay un chingo que no se callan y hasta en el PDR andan. —Goliat se carcajeó como un marrano mormado y fue a mear, yo saqué el teléfono y le mande un mensaje al Maicol, un putito que era mi vecino y como ya estaba ruco se mantenía como costurero, era compita del barrio y a dos que tres nos la puñeteó cuando éramos chavitos de secu. El mensaje decía:
Qué tranza mi Maicol?
ando chupando con la Mariana y nos topamos
con un chuta que quiere poder, anda cargado de marmaja
y es bien disparador. Tráete al Casandras o a la Pantera.

«Se trataba de los putos más feos y gandallas de un pueblo lejano de las costas de Oaxaca»
Estamos en la habitación 403 del Hotel Royal, es el que está
por Villa de Cortés, ¡Pero jálate en chinga!
Mensaje enviado.
   Goliat salió del baño y siguió con el relato— Eva respondió que le molestaba cuando a ella se le antojaba tener relaciones y Adán no quería...
   —Les pasó lo que a nosotros. —interrumpió Mariana, a lo que asentó Goliat.
   —Marianita tiene razón, miren, este es un problema que viene pasando desde hace mucho tiempo, pero la Iglesia Única de los Hijos de María Ultrajada ha encontrado una respuesta a los mandatos del Señor, el problema radica en las mamas masculinas o también llamados pezones que los hombres no deberían desarrollar, pero por su mal comportamiento y la falta de respeto a las buenas costumbres, Dios los marcó para que fueran identificados.
   —¿Y quién te contó todas esas cosas carnal?
   —¿Cómo que quién? ¡El mismo Samael!
   —¿Y ese vato dónde la rola? —de repente la pinche culona pegó un brinco y se puso a bailar uniendo y separando sus patas meadas.
Son tus Reebok, son tus Nike
mailaiiii
oyeeeeh
son tus Reebok, son tus Nike
mailaiiii
oyeeeeh[4]
   —Oye Diógenes... ¿Está chamaca se droga?
   —Un poco carnal, pero no te espantes, desde chiquilla es bien pendeja.
   Mariana nos interrumpió bailando frente a nosotros y sin dejar de ejecutar su baile ridículo reprochó— ¡Ya te escuché pinche Diógenes! ¡No te hagas güey que esa la bailamos en la salida de sexto! ¡Pero ya párense a bailar! ¡Pinches aguados!
   Ni pedo, tuve que hacerlo para que Mariana siguiera mi plan de salida, Goliat también se animó, se quitó el saco y, ¡Huevooooos! El puto ese traía sobaquera con todo y quinceañera, tomé la cintura de Mariana y repetimos la coreografía que nos enseñó Conny, la maestra de educación física.
   Mariana se acercó y me dijo al oído— Diógenes, ¿Te acuerdas cuando te la puñeteaba en el salón? Pinche Diógenes, ya desde entonces andabas turulato por mis huesitos. —, guardé silencio y también recordé que se me paraba porque a la maestra Conny siempre se le marcaba la pata de camello y como la Mariana se sentaba conmigo, pues ella me hacía el paro, — Oye Diógenes, ¿Por qué quieres que nos vayamos? —preguntó Mariana.
   —Wuacha la golosa. —respondí rápidamente al ver que Goliat se acercaba a nosotros.
   —Enséñame unos pasitos. —dijo el vato empujándose un vaso de tequila y ofreciéndome otro en el momento que miré su molleja, ya casi eran las tres de la mañana y el puto del Maicol no se aparecía. Por fin la rola terminó.
   Y nos sentamos, Goliat terminó su trago, me dio su vaso y pidió que le sirviera otro.
   —¿No quieres que le ponga tantito de toronja? Nomás para que pinte.
   —¡No mano! Yo me las tomó como los hombres. —contestó Goliat.
   —Si no son carreritas, carnal.
   —¡Bueno, bueno! Pero sólo que pinte y le sirves una igual a Marianita.
   —No manito, yo quiero una vicky.
   Ahora resulta que soy el pinche mesero del cabeza olmeca y la culera esta, ¿No? ¡Puta madre! ¡Ni pedo cabrón! Aguántate, esto era lo que necesitabas, pensé mientras mordía tres rivotril para después escupirlos en el vaso del guachito redimido, ahora sólo falta que salga con que el muy culero es músico de un grupo de rockabilly infantil... ¡Hijo de su puta madre! Cree que me va a enga...
   —¡Diógenes! ¡Diógenes! ¡Responde cabrón!
   —¿Qué pasó?
   —Que pasó, pues te desconectas, seguro ya te metiste esos pinches maroles que te dejan todo mongoloide.
   —¡Nooo! ¿¡Cómo crees Mariana!? Bueno, sólo me chingué tres —dije mostrando la sonrisa colgate con dentadura azulina milagrosa.
   —¿Te gustan las pastas canijo? —preguntó Goliat.
   —¡Leveelaromaylosrolinestons! —afirmé.
   —Si ese güey es rete marihuano. —dijo la pinche teporocha que ya se quería entonar nuevamente. Estaba a punto de aplacarla cuando el wuacho sacó el tubo y me apuntó.
   —¡Ya estuvo bueno de hacerle tanto al cuento! —exclamó, Mariana y yo casi nos cagamos, realmente éramos un par de chamacos faroles aparentando vernos muy bravos.
   —Tranquilo pinche Goliat Mandujano, entuza la chusca. —le pedí con la voz quebrada, Mariana me miró como preguntando No mames, ¿Y ahora qué hacemos? Inmediatamente se nos bajaron los huevos al verlo carcajearse con su risita de marrano atorado.
   —¡Tranquilos muchachos! ¡Solo bromeo! ¿No ven qué no corté cartucho? ¡Ja, ja, ja, ja! Pero es para que se tranquilizaran y dejaran de interrumpir.
   Respondí diciendo que no tenía miedo, Mariana me sujetó de la mano y yo la abracé todo putote, pretendiendo tranquilizarla y alardeando dije— Ya he visto muchas pistolas y no me espanto.
   —¿Apoco si mi buen Diógenes?
   —¡Sí carnal!
   —¿Y te gustan las pistolas? —preguntó.
   —¡Claro! ¡Son bien chingonas y están bien bonitas!
   —¿Cómo te gustan? ¿Pescuezonas, peludas y cabezonas? —rompió en risotadas tan estridentes que pensé que ya le había explotado el chocho pero no, ese hijo de puta se burlaba a sus anchas de un chamaco que se encontraba embarcado en la habitación de un hotel con una chamaca y un cabrón al que no conocía, parado inmóvil y casi orinado porque el loco nos apuntaba con una Pietro Baretta y luego reía burlándose al ver que soy un pobre charlatán. Enfundó el arma y me pidió otro charco de tequila— Ni pedo mi buen Diógenes, ¿Quién te manda a ser tan buen mesero? —, y soltó a reír, ahora Mariana también lo hacía y también rompí en carcajadas, juntos los tres reíamos de cosas muy distintas.
   —¡Bueno, bueno! ¡Guarda esa madre! ¡Mientras yo sirvo las otras! ¡Es más! Dámela, la guardo en la cajonera.
   Goliat respondió— ¿Cómo crees mi buen Diógenes? La vieja, la lana y el cuete son como los enemigos, a esos siempre hay que tenerlos lo más cerca de uno.
   —Pinche Goliat, ¿Dónde aprendiste tanto? —pregunté al momento que le pasaba su trago de tequila.
   —En el eje, en el eje. —contestó orgullosamente y guardó la Pietro Baretta en la sobaquera— Como les estaba contando... ¿Dónde me quedé? ¡Ya ven cabrones! ¡Ya se me olvidó! ¡Por eso me molesta que me interrumpan!
   —¡Te quedaste en qué hay que mocharle las chichis al Diógenes! —dijo Mariana y sus mamadas.
   —¡Que te las corten a ti! Bueno, casi no tienes... —respondí irónicamente, pues realmente Mariana estaba muy buena, pero era una chava tan impertinente que rayaba en lo cagante, pero según mis compas, era de buen corazón y coge mal, aunque finalmente, toda la banda la abría.
   —¡Aaah! ¡Ya me acordé! Gracias Marianita —contestó Goliat y continuó con su historia, mientras yo miraba discretamente la hora en su molleja que la neta estaba pensando en como chingarsela.
   El tiempo pasaba y ni una señal del Maicol o el Casandras, en ese instante el Goliat se quedó como ido por un momento; Mariana lo miró y me preguntó— ¿Ahora qué le pasa a esté güey? —, encogí los hombros y con un tono alegre e irónico respondí.
   —¡Sabe tú!
   Comencé a tranquilizarme y a buscar que nos chingábamos mientras la nalgona se paró frente a Goliat y comenzó a bailar invitándolo.
   —¡Órale pinche Goliat! ¡Párate a bailar este cumbión conmigo! —contoneándose  y levantándolo de los brazos, Mariana seguía con sus mamadas y sorpresivamente Goliat la agarró de las nalgas y se levantó a bailar, quedé paralizado mientras hurgaba entre las cosas que guardaba en el cajón del buró. Mariana comenzó a reír y sin parar de bailar pronunció con su voz chillona— ¡Ya revivió! ¡Ya revivió!
   —¿Qué buscas Diógenes! —preguntó Goliat.
   —Los cigarros, carnal. —contesté nerviosamente.
   —Aquí los traigo. —respondió soltando a Mariana, se quitó el saco pasándomelo— Búscalos, están en una de las bolsas.
   Y en eso encontré algo más que los cigarros o chicles canels, este cabrón anda armado, por eso se le cortó el efecto de los chocolates, pensé al sacar los Brodway y las trolas salió un paquete de cocol, ahora entiendo, por eso no se le trepó a este culero.
   —Ya date un jalón mi Diógenes, lo qué hay aquí es pa’todos. —dijo Goliat mientras le daba sus arrimones a la Mariana, me salió mañoso el pinche wuacho, por eso no se colgaba, ¡Anda bien Travolta! ¿Qué haré? ¿Qué haré? Revisé mis bolsillos para ver si aún traía más rivotriles, de paso me rasqué los huevos y sonreí al recordar que en uno de mis Jordan tenía una tusa de tafil, me clavé al baño mientras el par de ojetes bailaban una rola de los Enanitos Verdes.
   —¡Qué pistolota te cargas mi Goliat!
   —Hay pobremente 23 centímetros de maciza bien venosa, a la orden Marianita...
   —¿De qué hablas Goliat?
   —Esté... Esté... ¡Chin...! Marianita, me fui por otro lado.
   Al salir del baño vi al cabeza olmeca sonrojado y la pinche loca se reía.
   —¡Ay Goliat! Tú me caes bien, eres de esos güeyes machines, pero bien majes frente a unas nalgas, no eres como los otros.
   —¿Cómo son los otros, Marianita? —preguntó Goliat.
   —Así. —respondió levantando la voz y mirando hacia donde estaba yo.
   —¡Si quieren los dejo solos, culeros!
III
«Bruno Bellmer»
   —¡No! ¿¡Cómo crees mi Diógenes!? ¡Si yo sé que está es tu gallinita! ¡Namás andaba calando qué tal ponía los huevos! —dijo Goliat Mandujano mientras soltaba a Mariana, la traía de la cintura bien amachinado el hijo de su re chingada madre, sin ofender a la seño, pero bueno, Mariana se me quedó viendo, quizás notó que no debía de pasarse tanto, ya estaba hasta atrás la funda aquella, no es que me la fuera a chingar, o que me importara, pero era mía, el contrato de la cita decía que nada de andar de moviendo la semilla con otros, Goliat me echó una miradita, me quedé pasmado, quizás estaba controlando la situación, quizás no, quizás era el plan malévolo de Goliat para enfundarle aquellos 23 centímetros de longaniza a Mariana y a mí, meterme un plomazo y vender mis órganos, a huevo, eso era lo que andaba transportando en los camiones, tenía que ser, o quizás ya me andaba pegando el alcohol. En fin, nos sentamos otra vez, con aires de tensión, Mariana huyó de Goliat y se quedó viéndome, después bajó la mirada la culona viéndose las patas.
   Goliat volvió a reír, está vez más discretamente, seguía sonando la música en la radio, Mariana bebía y movía su cabeza de pendeja de arriba hacia abajo, el lugar estaba infestado por el clásico olor del alcohol, y aparte, a loción barata que me hizo recordar al entonces novio de una tía, muchas veces bien pedo me decía las tácticas para ligar chicas, aunque yo tuviera solo siete años, o para desmantelar a algún culero que se quisiera pasar de vértebra. Bebí una vez más, solo para humectar mis labios, miré que Goliat Mandujano era tal cual como todos los que se sentían chingones en la cuadra, solo por portar una fusca, sin ella, no sería nada, un viejo pendejo y cagante, por alguna extraña razón me eché a reír y ellos me vieron como si me hubiese estallado un chochito.
   —Bueno, a ver, ¿Y en qué iba entonces? —volvió a cuestionar mientras se rascaba la papada, Mariana lo miró a los ojos y bajó la cerveza.
   —Los pezones, Goliatsito... —contestó la idiota de Mariana. La observé.
   —Oigan, nomás aguántenme tantito que tengo que ir a echar firma. —dije.
   —¿Echar firma? —preguntó Goliat.
   —Va a mear, manito. —volvió a traducir la chamaca.
   —Ya vas, pero tienes nada más tres minutos mi buen Diógenes, así que apúrele, aparte, acabas de salir del baño, ¿Pos qué tanto andas haciendo? No te la vayas a estar jalando... —añadió el hijo de su puta madre, lo miré, sonreí limitándome a mandarlo a chingar a su madre y que por fin le volara la tapa de los sesos a la culona, solo para ver que chingados tenía en vez de cerebro, pero me límite, me límite, varios maestros en la secu me decían esa mamada, hijos de su re chingada madre, todo por eso les meaba las tazas del café, o les escupía desde el tercer piso, pinches viejos.
   —¡No, carnal! ¿¡Cómo crees!? ¡Es que ya me aflojó esta madre! ¡Tengo agüita de riñón por si quieres carnal!  
   Revisé el teléfono, oscilaban entre las cuatro de la mañana o algo así, había tres mensajes nuevos, uno del Maicol, otro del celular de mi tío, pero lo escribió mi primo el pendejo, y otro de mi amada Paulina, ¡Ay pinche Paulina! ¡Si no me hubieras dejado! ¡Si no me hubieras dejado orita no estaría con este pinche cabeza olmeca y la pinche burra culona de Mariana! ¡Pero ah! ¡Fuiste culera! ¡Me dejaste! ¡Me dejaste y está noche va por ti! ¡Si me muero! ¡Va por ti! ¡Pa’ que veas que yo si te amé! ¡Si te amé!
K transa mi diogenez?
ya bamoz en kmino para el hotel
yevo un vestidito asul para tu kompa
dile k en su perra bida a provado algo tan delisioso y sukulento
   Pinche Maicol, llegaría a salvarme el culo, que cojidón tan perro le esperaba al cabrón ese, una noche loquísima y de paseo por Sodoma, vería lo que es amar a Dios en tierra de indios el hijo de su fregada madre.
Oye carnal, préstame tu cuenta del nesflis
   Y mi primo, como siempre, bien desconectado de la vida, de la vida, prieto pendejo, que cocote le iba a dar si salía con vida de aquella habitación sucia del Hotel Royal.
Ay Diógenes, ya te dije, por favor no me molestes más,
yo ya tengo novio y lo quiero mucho, no hagas dramas ni te emborraches,
no es que me preocupe por ti, ni creas eh, pero ya no tomes,
porque cuando tomas me llamas, y ya me tienes harta, en fin, te quiero mucho
   Como siempre las viejas, en un lenguaje que nomás no entiendo, dicen que las dejes de estar chingando, pero al final te ponen que te quieren, que te estiman, que pueden ser amigos, pinche confusión, que dramón, que horrible actitud la de Paulina, si no fuera porque la amo, me cae que la dejaba de amar, pero ah no, a uno que le gusta estar ahí aguantando mecha, ya ni la chingo, me miré en el espejo, traía la bolsa con la navidad del pinche Goliat, debía de aguantar solo un poco más, que no se me subiera el trago, que no se trepara, recordé a los camaradas que se juntan afuera de mi casa, esos güeyes toda la noche se andan periqueando, y pues de vez en cuando me decían que le entrara, pero no, no, no, yo no le entraba únicamente por una sola situación, que no se me fuera a parar la verga, el cocoliso trae esa maldición, y pues nel, yo soy como un Andrés García, hasta pinche bombita voy a tener cuando ya no se me ponga tiesa la que te conté, por fin terminé de mear, aún con la verga de fuera miré la nieve en bolsa y con los dedos saqué la pizca, introduje a la nariz y, ¡Mocos! Por toda la garganta, raspando, comenzó el gruvi, el buggie buggie, ahora sí, sé que soy un novato, un pendejo, un idiota disfrazado de noche, pero hay esperanza, con coca siempre hay esperanza, todos parecen débiles y lo son ante mí.
   Los tres minutos habían pasado, me limpié la coca de la nariz y salí del baño, solo para encontrarme a Mariana bailando una rola del Billy Idol y el marrano sobándose el bulto que tenía entre las ingles, los dos parecían haber conectado, la canción era Eyes Without A Face, después de que acababa la radionovela la estación ponía rolas ochenteras para que la gente siguiera con la nostalgia.
   —Bueno mi estimado Diógenes, pues andaba echando una platicadita con Marianita —esa puta manera de decir todo con diminutivos— y acordamos que te vamos a quitar los pezones, es por tu bien.
   —¿Qué?
   —Es para que podamos tener nuestra relación por la paz, es lo mejor para nosotros, mi amor. —dijo la culona, la miré como encabronado, la coca empezaba a llegar a todos los rincones de mi cuerpo.
   —Nel, no quiero, ni quiero andar contigo.
   —¡Chale! ¡Ansina está muchacha te quiere un buen! ¡No la desprecies por una Lilith cualquiera! —se entrometió Goliat.
   —¡No es por ninguna otra vieja! ¡Simplemente no quiero! ¡Ni me interesa tu religión canijo! —exclamé, si iba a valer verga, pues que valiera, chingue su madre, la cois refinada me había puesto bien bravo, y luego luego se me erizó la piel por verme bien verga poniéndome de a gallo con ese cabrón armado, ya estaba andando mi gota fría por la frente cuando de repente... Toc, toc, toc, toc... Salvado por la campana, los toquidos sobre la puerta, Goliat me miraba fijamente, no iba a abrir, sus manos ya estaban cerca de la sobaquera, a la chingada todo, Mariana abrió, ahí estaban parados, ¿...O paradas...? Da igual, el Maicol con su mirada de traste sucio y el Casandras con una sonrisota que decía esta noche cena Pancho, la Pantera con una falda pegada y un escote que pronunciaba los implantes de chiches. Goliat no dejaba de verme, sin percatarse de aquellos tres cabrones maquillados que esperaban.
   —¡Chale mi buen Diógenes! ¡No te pongas así camarada! —dijo Goliat, entonces miró a aquellos tres que estaban parados, los ojos parecieron iluminarse al mirar al Maicol, y los ojitos mentirosos del Maicol se alumbraron como si estuviera viendo directamente al Sol— ¿¡Maicol!?
   —¿¡Goliat!? —preguntó el Maicol asombrado, Mariana y yo nos convertimos en unos simples espectadores.
   —¿¡Cómo!? ¿¡Qué haces aquí!? ¡Pensé que estabas en...! —Goliat nos miró, no podía bajarse de aquel pedestal de cabrón en el que se había subido y ya mareado el pobre idiota— ¡Je, je, je! ¡Agarra la onda, chavo!
   —¿Goliat? —cuestionó el Maicol, los dos a su lado miraron anonadados haciendo gestos clásicos de putitos.
   —Ese es mi nombre, nene, no lo gastes.
   —¿Se conocen? —preguntó Mariana sonriendo, se echó un trago de chela después— ¡Que padre!
   —¿Qué si nos conocemos? ¡Ay niña! ¡Hasta calor me da! —dijo el amanerado putifino.
   —¿Quién...? ¿Cómo supiste? ¿Qué haces aquí? —preguntó aún medio asombrado Goliat.
   —Pues ya ves, que pequeñito es el mundo. —contestó el Maicol mientras se acomodaba en la habitación y los otros dos machines se instalaban y se servían tragos— Aquí mis niños, Diógenes y Marianita son vecinos míos, ¡Ay mana! ¡Que suerte tengo! ¡Te he extrañado tanto en estos años!
   —¿Es cierto eso mi buen Diógenes? —preguntó Goliat.
   —Ora si que mi estimada Maicol tiene toda la boca llena de razón.
   —¡Y no solo de eso! ¡Ja, ja, ja, ja! —gritó el Casandras.
   —¡Pero bueno papi! ¿¡Cuéntanos de donde conoces a tan simpático amigo!? —exclamó el Maicol refiriéndose a Goliat.
   —Nos conocimos hoy manita —interrumpió Mariana—, estábamos en una pulquería y se nos acercó.
   —¡Ay que bonito es el destino! ¡Ay manita que contenta estoy! —gritó el Maicol.
   —¡Oye manito! ¡Pídenos unas piñas coladas con ronsito! —gritó la Pantera, Goliat seguía sin descifrar que es lo que sucedía, le salió el tiro por la culata al muy perro. Reaccionó.
   —¡Claro que sí! ¡Maicol! ¡Pídeles lo que quieran tus amigas!
   —Pues yo creo ya nos vam... —dije.
   —¡Espérate Diógenes! ¿¡No ves que esto se puso bueno!? —me dijo Marianita, siempre, siempre, siempre de impertinente— Aparte, ya me dio hambre otra vez, Goliatsito, ¿Puedo pedir otra hamburguesa?
   —¡Claro que sí Marianita! ¡Ah que niña! ¡Pareces pelona de hospicio!
   El Maicol pidió cuatro piñas coladas, una era para Mariana, una cubeta de chelas, una cajetilla de cigarros extra largos y una hamburguesa doble con queso amarillo, ah que pinche Goliat, la cuenta que tendría que pagar al final de día, pero seguro que el muy hijo de puta estaba forrado, miré a Mariana y ella me miró a mí, pero esta vez lo hizo con una seguridad que me terminó por espantar, como si ya tuviera armado un plan, el plan de escape y de paso, poder reunir a una pareja, estaba muy emocionada, eso sí, y yo seguía pensando en la pobre Paulina, de lo que se perdía conmigo, tanto amor por dar, ah, ah, la extraño.
   —Y bueno, hermana... ¿Quién es el caballero? —cuestionó el Casandras mientras movía sus hombros enormes y más chonchos que los míos.
   —Pues verán, Goliat es un viejo conocido mío, de mi pueblito...
   —¡Ah! ¿¡Es el qué nos contaste!?
   —El mismo que viste y desviste. —respondió el Maicol, aunque los tres eran oaxaqueños, eran de distintos pueblos costeños, la situación es que cuando Maicol estaba más morro, tuvo que venirse a la capital para ganar un billete siendo talonero, y su entrenador fue ni más ni menos que Goliat Mandujano, y durante las visitas al pueblo, Maicol siempre visitaba a su amado, era una relación imposible, pero con mucha pasión de por medio. Entonces hube de terminar de comprender, el efecto del cocois me estaba afectando quizás.
   —¡Ah que mi Maicol! ¡Aún no puedo creer que me encontraste! —dijo Goliat.
   —Bueno, y cuéntame, ¿Qué andas haciendo en la ciudad?
   Alguien llamó a la puerta, era la súper orden solicitada, allí estaba el mismo güey que le daba un aire al Zayas, hasta dudé por un momento si pedirle una foto, igual y podía presumir con los compas que había charlado y echado unas chelas con nuestro pinche ídolo.
   —Cuatro piñas coladas, una cubeta, una cajetilla de cigarros y una hamburguesa doble con queso amarillo, servidos. —dijo Alfonso, bueno, no sé si se llamaba así, pero digamos que era así.
   —Gracias, gracias mi amigo. —dijo Goliat, extendiendo nuevamente marmaja, el Maicol lo miró y vio a sus dos compañeras, hicieron un gesto de asombro y risitas. Mariana estaba a mi lado, y cuando vio la hamburguesota se puso como loca, dio una mordida que hizo que hasta a mi se me antojara semejante chingadera.
   —¿Y bien? —cuestionó otra vez Maicol.
   —¿Y bien, qué?
   —¿Qué haces en la ciudad?
   —Trabajando Maicol, ya sabes como soy.
   —Sí, sé cómo eres, de los que se olvidan...
   —No te pongas así.
   —¿Y cómo quieres que me ponga? Pasaron catorce años sin saber de ti, te extrañé todo el tiempo, te necesité...
   —Y yo a ti Maicol, pero a mi me dijeron que te moriste...
   —¡Que se va a morir! ¡Más viva no se puede estar! —gritó el Casandras.
   —¿Y así de sencillo aceptaste mi muerte? —preguntó el Maicol.
   —¡Pero si no te moristes! —exclamó de metiche Mariana.
   —No... No Maicol, no es así, pasé años perdido, extrañándote, pensándote, pensando que hubiera pasado si...
   —¿Si qué? ¿Si no siguieras mintiendo sobre quien eres?
   —En fin, la fe me rescató, ahora soy pescador de...
   —¡No te la jales mi buen Moisés! —dije.
   —Mi nombre es Goliat, y no, no me la jalo, pero me convertí en pescador de aquellos perdidos.
   —¡Ay Goliat! ¡Si pudiéramos atrasar el tiempo! —dijo Maicol— ¡Ay mana!
   Goliat me miró, me vio a los ojos el perro hijo de su chingada madre, casi olvidaba yo que en su costado traía la fusca, y sabía yo que estaba dispuesto a hacerme un agujero, al cuarto para las cinco nos hicimos unos espectadores brutos, Mariana seguía bebiendo, la observé y ella a mí, dentro de aquella habitación en donde las cosas se habían pintado de rosa me di cuenta de la podredumbre que invadía los corazones de todos los presentes en aquel lugar, tan vacíos, tan percudidos, tantas mentiras poblando nuestras pieles, quizás nadie se salvaría de la noche torcida, incluso la radio auguró que esa noche iba a perder...
Es muy sencillo creer que puedes construir un mundo
en el que siempre sales victorioso, te descuidas, te confías, te crees muy verga
pero cuando sorprende la perdida y te ves derrotado en el suelo bajo los pies
 de aquellos que creíste pendejos, espantado de la verga y abrazado de los huevos,
te sentiste sorprendido, el orgullo, además de la madriza, apalea sin piedad,
haciéndote sentir el más miserable sobre la luz de la faz de la Tierra
   Me di cuenta que Cuco Sánchez sonaba muy bien en mis momentos de introspección, y yo que me creía el rey de todo el mundo, y yo que nunca fui...
   Tan solo éramos amateurs en el juego de la vida, una reducción, polvo, creyéndonos, asfixiando nuestro esfuerzo, llevando nuestra vanidad hacia el borde de la realidad, ya lo dijo mi compa el Eclesiastés. Resucité con un trago, los ojos se me habían cansado y la noche estaba terminando, y con ella, quien sabe cuantas cosas se iban a barrer en este mundo, llevándonos a nosotros junto con la basura, puede sonar perfecto, una utopía dentro de las nimiedades, con un ejército de mentiras a nuestro paso, otra vez, Mariana respiraba junto a mí, y su respiración era otra mentira, era el alcohol, era la cocaína, era el desamor, era Paulina, era Goliat gritando querer escapar, era Diógenes, o sea yo, sin gravedad, era Mariana con un cuello adorable. No me cuestiones más.
   —¡Ah cabrón! —dijo Goliat agarrándose la frente con la mano derecha, ¡A huevo! ¡Ya le pegaron a este cabrón! Pensé rápidamente, Maicol se acercó a él y lo tomó de los hombros— ¡No mames! ¡Me siento re mal!
   —¡Ay Goliat! ¿¡Pero qué te pasa, Goliat!? —gritó el Maicol rete zumbado, Mariana veía todo desde su asiento y los otros putitos ya andaban sobándose los muslos, dispuestos a hacerse un trenecito, ¡Chu, chu, chu, chu!
   —¡No mames! ¡No sé que me pasa! —gritó Goliat antes de caer, de caer, de caer, una caída entre los brazos de su amante. Era el momento indicado para salir, huir de allí. Mariana se empezó a reír no sé si por peda o por culera, pero por algo se empezó a reír y a mirarme y esos dos putitos también comenzaron a hacer lo mismo.
   Maicol comenzó a gritar como una locaaaaaaaaa, lo miré, los jotitos reían de la escena tan cagada, Maicol comenzó a acariciar las mejillas del Goliat Mandujano, en eso Mariana detuvo la risa, puso una cara como de quien acaba de ver un muerto, se miró entre las patas, miré lo que le sucedía, los pantalones de mezclilla clara se habían manchado de pronto de rojo, se levantó despacio mientras arrojaba la cerveza haciendo caer el preciado liquido en la cabezota del Goliat.
   Se fue corriendo hasta el baño mientras gritaba— ¡No mames! ¡No mames! ¡No mames! —, y estaba bien peda, ¡Íjole pinche Andrés! ¡Que mal momento para llegar! El Casandras y la Pantera comenzaron a darse un flansote que retumbó sobre cada rincón de las bocas de cada uno, la radio sonaba mientras Maicol se preguntaba que estaba sucediendo con Goliat tumbado en el piso, su cabeza de olmeca sostenida por las manos firmes del putito costurero. Comenzó una rola de Los Saicos en la radio, era esa estación qué más o menos pasaban rolas decentitas.
Ta, ta, ta, ta, ta, ya, ya, ya, ya, ya
¡Echemos abajo la estación del tren!
¡Echemos abajo la estación del tren!
¡Echemos abajo la estación del tren!
¡Echemos abajo la estación del tren!
¡Demoler! ¡Demoler! ¡Demoler! ¡Demoler!
[5]
   Mariana gritó desde el baño y la radio sonando a todo volumen, los putos besándose y masajeando sus respectivas tetas falsas, el Maicol besando la frente de Goliat que estaba tieso como muerto— ¡Diógenes! ¡Diógenes! ¡Pásame una sábana! ¡Por favor! —, miré a mi alrededor mientras la guitarra poderosa de Los Saicos zumbaba chingonsisíma sobre mis oídos, ah chinga, ah chinga, y Paulina dormida entre los brazos de algún cabrón mejor que yo. Tomé un trago de tequila como dijo el Goliat, como hombre, tequila solo y la cocolisa seguía haciendo trucos de skate sobre las rampas de mis adentros, me acerqué a la cama y jalé las sábanas.
   —¡Ay Casandra! ¡Mira que el Aristóteles ya nos hizo la cama! —gritó la Pantera.
   —¡Mi nombre es Diógenes, cabrona! —grité mientras tomaba la sábana blanca y la lanzaba hacia la mano de Mariana que se asomaba desde el baño.
   —¡Cómo sea! ¡Ay manito! ¿¡No te nos unes!? —exclamó el Casandras.
   —¡Goliat! ¿¡Qué tienes!? ¿¡Pero qué te tomaste mi amor!? —gritó el Maicol todo chingado.
   —¡Diógenes! —volvió a exclamar Mariana, la cual no alcanzó la sábana blanca. Miré a mi alrededor, la cocaína me tenía hasta el huevo, miré entre las cosas del Goliat, la mochila que estaba tirada en el piso dejaba ver el brillo del filo de un cuchillo salvaje, quería salvarme, quería salvarme de todo, quería salir de allí, quería escapar, quería como bien se dice, purificarme, y no sabía que hacer, no sabía como detener todas esas voces, miraba a Mariana gritando como una loca enferma, a aquellos dos putitos casi encuerados sin percatarse de nada por la peda que traían, el Maicol asustado creyendo que el amante que siempre esperó se estaba muriendo, vi a Goliat tirado y amachinado, quería huir, quería salvarme, ya, a como diera lugar, como fuera, abrir la puerta, la cocaína retorciéndome la matraca.
   —¡Ay mana! ¿¡Y esto!? —preguntó el Casandras.
   —¡Ay manita! ¡Es que ando enferma de la panza! —contestó casi sonrojada la Pantera, tenía una rajita de canela en los calzones que portaba. No se le iba a hacer al Casandras lo de meter al buen amigo en la cavidad de su mana.
   Tomé rápidamente el cuchillo, dentro de ese caos, me saqué la playera y me sostuve el pezón negro que tenía, con el cuchillo me lo arranqué y todo pareció silenciarse por un segundo que pareció tardar en terminar todo un año.
¡Yeah! ¡Yeah! ¡Yeah!
¡Yeah! ¡Yeah! ¡Yeah!
¡Yeah! ¡Yeah! ¡Yeah!
¡Yeah! ¡Yeah! ¡Yeah!
5
   Mi pezón se desprendió de mi cuerpo y a nadie pareció importarle, solo a mí, me había purificado, había entrado, estaba dentro del juego culero de Goliat Mandujano, ya era todo un hombre, en eso y en el Demoler, el Maicol le arrancó la camisa al Goliat, miré bien, Goliat tenía su par de pezones aún consigo, el hijo de puta había estado mintiendo todo ese tiempo... Mariana salió gateando del baño y se amarró la sábana, la cual se empezó a manchar de manera brutal, era como tener esa película Carrie entre las piernas, mi pecho sangraba y yo estaba casi llorando, las locas-locas seguían fajándose en la cama, mientras el Maicol y el Goliat estaban en el suelo.
   —Yo creo que ya perdimos suficiente... Es suficiente por una noche... —susurré con dolor. Mariana me miró, clavé el cuchillo en el buró de madera y dejé caer mi pezón a un lado del cuchillo en el buró.
   —Solo quiero irme de aquí... —suplicó casi llorando.
   —Vámonos. Vámonos ya...
   —¡Goliaaaaaaaaat! —gritaba el Maicol.
   Caminé despacio, cuidando que mi pecho no rozara con la playera que empezaba a ensangrentarse, Mariana me miró.
   —Diógenes, ¿Y tu pezón? Recógelo —sugirió después de preguntarme y ver la playera ensangrentándose y el sudor sobre mi rostro, entonces me di cuenta que le importé de algún modo. Recogí mi pezón y vi a aquellas personas felices de vivir en esa atmósfera tan egoísta, éramos malos incluso para ser malos. Salimos por la puerta de madera, bajamos lentamente por las escaleras, siguiendo los pasos atolondrados de la madrugada que finaliza, que se va, que se evapora, y todo se estaba pudriendo a nuestro paso, a fin de cuentas, éramos tan solo unos perdedores, unos principiantes, estábamos callados, ambos sangrábamos y dejábamos una estela de derrota a nuestro paso, en mi mano estaba resguardado mi pezón, éramos los más miserables sobre la luz de la faz de la tierra, todos los que pisamos la habitación 403 del Hotel Royal.
   Mariana tenía por falda la sábana, yo tenía por cara una máscara de valentía, aunque por dentro, estaba hecho pedazos, molido por aquella paliza, no era más que solamente un perdedor, sin embargo, cuando sentí el canto del viento mañanero impactar con mi rostro, me sentí el más ganador del mundo. 


[1] Fragmento de “Fallaste corazón” de Cuco Sánchez.
[2] Fragmento de “Touch me” de The Doors.
[3] Fragmento de “La media vuelta” de José Alfredo Jiménez.
[4] En referencia a “Rythm of the night” de Corona.
[5] Fragmento de “Demoler” de Los Saicos. 

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